El 25 de enero de 2010 ocurrió uno de los incidentes más trágicos en la historia del futbol mexicano. En el interior de un bar, Salvador Cabañas, por entonces delantero de Club América, recibió un balazo en la cabeza que, aunque no terminó con su vida, sí acabó con la carrera de uno de los futbolistas más prometedores del continente.
Hasta el momento del incidente, la carrera de Cabañas, quien a la sazón contaba con 29 años de edad, iba en franco ascenso, algo raro en un jugador tan «veterano», lo que nos habla de un talento singular con el balón.
Tanto en 2007, un año después de su llegada con Las Águilas, como en 2008, el paraguayo fue campeón goleador de la Copa Libertadores. A la salida de Cuauhtémoc Blanco del club, se convirtió además en delantero titular y comenzó a brillar de verdad.
Todo eso terminó el día del atentado que, de acuerdo con la prensa de ese momento, se atribuyó a un lugarteniente del cártel de los Beltrán Leyva. La bala permaneció en su cabeza. Estaba tan incrustada que resultó imposible de sacar y, obviamente, aniquiló cualquier posibilidad de que el jugador regresara a la cancha. Esto no le impidió, sin embargo, jugar algunos partidos en Paraguay durante 2012, año en que formalizó su retiro.
Diez años después del accidente, algo que aún atormenta a los fans del jugador es saber qué sucedió con él. Lo que es obvio, es que los contratos millonarios terminaron. Antes del ataque, el jugador cobraba más de dos millones de dólares al año como parte de su papel como americanista. Incluso estaba estaba a punto de firmar un contrato no menos generoso con el británico Manchester United. Hoy, todo eso es historia.
Naturalmente, la delicada condición del jugador -no debe ser nada fácil vivir permanentemente con una bala dentro de la cabeza- lo hizo invertir buena parte de su fortuna en su propio bienestar. Hoy, aunque no es precisamente pobre, Cabañas ya no vive con la opulencia a la que se acostumbró cuando era profesional.
Una entrevista que le realizó el portal ESPN, reveló que el futbolista de 40 años lleva una vida tranquila y apacible en la casa que tienen sus padres en Paraguay. Ahí, mata el tiempo jugando a las cartas y recordando las épocas en que fue un ícono del balompié. Ya no puede jugar, por supuesto, pero eso no le impide seguir siendo un gran aficionado del deporte que lo catapultó a la gloria.
De vez en cuando le gusta ponerse el uniforme del Aquidabán, un equipo de segunda división en la liga paraguaya.
En cuanto a las secuelas físicas del incidente, su comunicación es fluida, aunque en ocasiones olvida lo que estaba diciendo y se repite. También le cuesta llevar el control de su vida, de modo que sus hermanos se hacen responsables de esos asuntos.
A pesar de esta situación, si nos atenemos a lo que dicen los reporteros de ESPN, el jugador paraguayo parece feliz y satisfecho con la vida que lleva. A veces, claro, siente nostalgia por la oportunidad que perdió de jugar en Europa, pero la fama y el estrellato que obtuvo en México, nadie se los va a quitar.
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