Todos tenemos clarísimo el papel que desempeñan las vegas, y en general el estado de Nevada, en la pujante industria del juego estadounidense. Sin embargo, esta joya del Desierto de Mojave está lejos de ser el lugar donde la pasión apostadora vio luz por primera vez en suelo yankee. Antes del boom de Las Vegas existió, a más de 3 mil kilómetros, la bellísima Atlantic City.
Enclavada en el extremo sur de Nueva Jersey, Atlantic City tiene una posición geográfica privilegiada, no solo por la belleza de sus costas y su cercanía con los bellísimos pantanos boscosos de Cape May, sino también por su relativa cercanía con Nueva York, Washington, Baltimore y Filadelfia, cuatro de las ciudades más importantes en ese país.
Su bonanza
Comenzó a fines del siglo XIX cuando se convirtió en centro de recreo de los estadounidenses ricos en el contexto de lo que se conocería después como la «Gilded age», una época de impresionante bonanza capitalista en la que miles de sudorosos inmigrantes europeos vieron su trabajo multiplicarse y, en algunos casos, transformarse en impresionantes fortunas familiares cuyo testimonio persiste en las lujosas mansiones que engalanan el noreste del país.
En un contexto de tanta abundancia, era lógico que las apuestas se convertirían en una actividad privilegiada, lo que llevó a estos ricos y poderosos industriales a convertir este pequeño enclave de Jersey en un centro especializado en el juego y la vida licenciosa. Al principio, no se ponían muchos reparos a la presencia de casinos y salones de apuestas en esta región del país. Después de todo, las apuestas son parte de la vida aristocrática, como lo ilustra el elegante casino de Montecarlo en Mónaco.
Declive
Los problemas empezaron en la segunda década del siglo XX gracias a dos factores: la prohibición contra el consumo de alcohol y las apuestas y la llegada de numerosos criminales italianos a la región de Nueva Jersey. Estos elementos, junto con el declive urbano general experimentado en todo el noreste de la Unión Americana tras la segunda guerra mundial, hicieron que la ciudad experimentara un proceso de deterioro que solo se detuvo en los setenta, cuando se volvió a legalizar el juego en el estado de Nueva Jersey, permitiendo a Atlantic City recuperar algo de su esplendor original.
Hoy en día
Una vez legalizadas las apuestas, el puerto se convirtió en una especie de Las Vegas para los clasemedieros suburbanos de la costa este y hoy, es un lugar casi tan próspero como hace cien años. En cierto sentido, podríamos decir que las apuestas salvaron a Atlantic City de la ruina. Esperemos que este esplendor dure varios años más.
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