Latinoamérica suele ser asociada con fútbol. La relación entre este deporte y nuestro continente es inexplicable. El hecho es que cuando se menciona el deporte latinoamericano, la primera reacción de muchos es pensar en el Maracaná o en Ronaldinho. La realidad, es que América Latina tiene mucho más que ofrecer que talento futbolístico, en lo que a la materia deportiva se refiere.
Numerosos deportistas han dado muestra de la variedad que el subcontinente ofrece en la materia. Desde el Río Bravo hasta la Patagonia, son muchas las personas que han derramado sudor y lágrimas para ver su nombre consolidado en alguna disciplina. A continuación presentamos cinco perfiles que han alcanzado un nicho en el panteón deportivo latinoamericano y que han hecho historia con base en su esfuerzo.
El primero en nuestra lista es Ubaldo Néstor Sacco. Nacido en Buenos Aires en 1955, el llamado ‘Maradona del boxeo’ destacó desde muy joven en el ejercicio de los puños. En su barrio de origen, poblado por inmigrantes italianos, Sacco era célebre por su habilidad en las peleas callejeras. Hijo de un boxeador amateur, era de esperarse que desarrollara estas capacidades.
Conforme se acercó a la mayoría de edad, el púgil argentino mostró habilidad en otras áreas deportivas como la natación, el voleibol y el baloncesto. No obstante, terminó dedicándose de manera exclusiva a la disciplina paterna, en la que logró títulos y campeonatos hasta conseguir el mote con el que se le conoció. Lamentablemente, la fama condujo a Sacco a otros caminos alejados de la austeridad deportiva.
Aficionado a la marihuana casi desde niño, pasó pronto a otras drogas y se aficionó también al alcohol. En la década de los noventa adquirió el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, lo cual finalmente le cobró la vida. Aún así, los argentinos lo recuerdan como uno de sus pilares deportivos fuera del futbol.
Un caso muy diferente fue el de Enriqueta Basilio, quien vio la luz en Mexicali, Baja California, en el caluroso julio de 1948. Campeona nacional de atletismo en carrera con vallas de 80 metros, llegó a ser considerada como la mejor atleta femenina de su época. Al igual que el boxeador argentino, Basilio irrumpió en el deporte desde la juventud, destacándose como corredora y conquistando numerosos campeonatos, entre los que se encuentran varios juegos olímpicos.
Fue una figura tan destacada en el deporte, que incluso tuvo el privilegio de ser la primera mujer en portar la antorcha olímpica durante las olimpiadas de México en 1968. Durante el relevo para las olimpiadas de Atenas 2004, Enriqueta Basilio volvió a portar la antorcha olímpica.
Una vez que se retiró del deporte, la corredora se dedicó a la promoción del atletismo y además incursionó a la política como diputada del Partido Revolucionario Institucional. Esta incursión en la política la hermana con otra destacada figura del atletismo mexicano: Ana Gabriel Guevara.
En un deporte más ‘exótico’ destaca la figura del chileno José Santos León, jinete hípico que compitió durante 20 años alcanzando un nivel inigualable en los Estados Unidos. Los asiduos de las casas apostadoras, elemento común en la cultura estadounidense, se congregaban para apostar por ese chileno misterioso que dominaba a los caballos con una destreza poco vista.
Aunque se asocia la crianza de caballos y el oficio de jinete con la aristocracia y las clases terratenientes, Santos León venía de una familia humilde. Su padre, un empleado del hipódromo, fue el primer contacto que el jinete tuvo con los caballos.
En Chile, con apenas 15 años disputó su primera carrera en el verano de 1976 a lomo del caballo Cold. Aunque quedó en tercer lugar, su minoría de edad llamó la atención de los jinetes y una semana después pudo participar de nuevo y ganar. De ahí en adelante todo fue ascenso para el muchachito humilde que se entendía bien con los caballos. De Chile pasó a Colombia, donde estuvo brevemente, y después a Estados Unidos, donde lo alcanzó la fama. Para 1986 las apuestas a su favor alcanzaban los 15 millones de dólares. No podía estar en su mejor momento.
Hoy, ya retirado, Santos León es millonario y además tiene un lugar en el Salón de la Fama Hípica en Saratoga Springs, Nueva York. Su historia es un ejemplo de que, con tenacidad, se pueden alcanzar posiciones que, para muchos, solo son un sueño.
Volviendo a México y a las mujeres, hay que considerar el caso de Soraya Jiménez. Originaria de Naucalpan, la mexicana destacó en un deporte que difícilmente se asocia al género femenino: el levantamiento de pesas.
Contra lo que los estereotipos dictan, la deportista podía levantar hasta 225 kilogramos, un récord a nivel nacional que hasta ahora ningún mexicano, incluidos los hombres, ha logrado superar. Su dedicación al deporte la llevó con 23 años a los juegos olímpicos de Sydney, solo tres años después de que el Comité Olímpico aprobara la participación de las mujeres en la halterofilia.
Antes ya había obtenido la plata en los Juegos Panamericanos de Winnipeg, pero fue en Australia donde alcanzó reconocimiento internacional al conseguir el oro, batir el récord en levantamiento y superar a la hasta entonces campeona: la norcoreana Ri Song Hui.
Lamentablemente, la vida de Soraya Jiménez experimentó un triste viraje hacia su final. Para 2002, había acumulado varias lesiones que le impidieron continuar en el deporte. Dos años después, se le acusó de dopaje y se le impidió seguir participando, a lo que sumó una acusación por presentar documentación apócrifa para participar en una competencia.
Estas situaciones mermaron su desempeño y le impidieron participar en las olimpiadas de Atenas durante 2004. Finalmente, la levantadora de pesas contrajo influenza y perdió un pulmón en el proceso, lo que finalmente la condujo a la muerte en 2013.
El último atleta en la lista es el nadador argentino José Meolans. De pequeño, Meolans vivía frente a un río. Siendo un niño impaciente e impetuoso, sus padres temían que se ahogara, por lo que recurrieron a un maestro de natación para que enseñara a su hijo las habilidades necesarias para sobrevivir en el agua.
Ahí, el joven Meolans se reveló como una promesa y pronto estaba compitiendo con otros niños. Esto le abrió el camino para desarrollar su talento en el nado y así, a los 17 años, se convirtió en el primer argentino en nadar 100 metros libres en 50 segundos.
El triunfo temprano llevó a Meolans a participar en otras competiciones y para 2003, con 25 años, se consolidaba como una estrella de los Juegos Panamericanos al llevarse el oro por nadar 100 metros en estilo libre.
Siguió ganando campeonatos de esta manera, hasta retirarse de las competiciones profesionales y dedicarse a la promoción del deporte en la ciudad argentina de Las Flores, donde inauguró una piscina y una academia de natación.
Estos cinco atletas nos muestran que la riqueza deportiva de América Latina está más allá del futbol. Aún queda mucho por hacer para visibilizar otros deportes, pero es una tarea que poco a poco se consolidará con el surgimiento de atletas destacados y comprometidos con estas disciplinas.
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