Leñador, bombero, albañil, guardaespaldas, taxista. ¿Qué tienen en común estos oficios? No mucho, digamos, excepto el hecho de que suelen ser erróneamente encasillados como actividades masculinas.
Hasta hace unas cuantas décadas, junto a ellos bien podía agregársele uno más: piloto de carreras. Desde los comienzos del automovilismo a finales del siglo XIX y en todas las modalidades del mismo, el hombre ha sido rotundo protagonista, relegando el papel de la mujer al de mera espectadora. No fue sino hasta mediados del siglo pasado cuando varias de ellas levantaron la mano, exigiendo igualdad de competencia.
Como alguna vez lo dijera Wilma Scott (1921-1985): «Los únicos trabajos que no pueden hacer ningún hombre son ser una incubadora humana o amamantar. Y el único trabajo que no puede hacer ninguna mujer es ser donante de esperma».
De esta manera, siete pilotos mujeres han participado en pruebas oficiales de la F1. Sarah Fisher lo hizo en 2002, con McLaren; Katherine Legge en 2005, con Minardi; la española María de Villota lo logró en 2012, a bordo de un Lotus F1 Team; la suiza Simona de Silvestro en 2014, con Sauber; Susie Wolff en 2012 y 2015 con Williams; Carmen Jordá en 2015 y 2016 con Lotus y, recientemente, la colombiana Tatiana Calderón en 2017, con Sauber-Alfa Romeo.
Sin embargo, solo un selecto grupo de cinco mujeres ha logrado conducir un bólido en un Gran Premio de la Fórmula 1. La primera de ellas fue la mítica piloto italiana Maria Teresa de Filippis, quien corrió cinco veces en esta categoría de competencia.
Como toda pionera, luchó contra todo y contra todos abriendo brecha, y tuvo que soportar los comentarios machistas de la época. Cuando le negaron participar en una carrera de Francia, por ejemplo, el director de la carrera dijo su famosa y nefasta frase: «El único casco que una mujer debe usar es el de la peluquería».
La segunda en lograrlo fue otra italiana, Lella Lombardi, quien corrió en el Gran Premio de Gran Bretaña en 1974. Aquella fue la primera de las 17 carreras en las que participaría.
Después de ella vino Divina Galica, una piloto británica con pasado olímpico (compitió en los juegos de Innsbruck 1964, en disciplinas de esquí y slalom, y hasta impuso un récord de velocidad en los JJOO de invierno de Sapporo 1972). Sorprendió a más de uno por sus habilidades tras el volante, por lo que tuvo una breve pero consistente carrera en la F1 conduciendo para la escudería Hesketh Racing.
La piloto sudafricana Desiré Wilson fue la cuarta mujer piloto en haber competido en una carrera de oficial de la Fórmula 1. En 1980 compitió con el equipo Williams, y más tarde lo hizo para Tyrrel Racing. Como reflejo de su exitosa carrera, una tribuna en Brands Hatch lleva su nombre.
A la fecha, Giovanna Amati es la última piloto que ha participado en un Gran Premio de manera oficial. Defendió la escudería Brabham y compitió en tres GP (Sudáfrica, México y Brasil) sin haber clasificado, lamentablemente, en ninguno de ellos.
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