Hay equipos deportivos que parecen condenados al nomadismo, y no hay nada de malo en ello. Viajar es uno de los alicientes que tiene la carrera deportiva. Sin embargo, estar desplazándose constantemente también puede ser agotador.
Sin embargo, para bien o para mal, esta suerte no está equitativamente distribuida entre los equipos y hay algunos que, como el judío errante de las leyendas medievales, o como el buque corsario del holandés Davy Jones, deben permanecer en marcha casi de forma constante.
Un ejemplo paradigmático de lo anterior lo constituyen los Portland Trail Blazers, un equipo que recurrentemente encabeza la lista de kilómetros recorridos para jugar fuera de su sede en todo el deporte estadounidense.
Ningún equipo de hockey, baloncesto, beisbol o futbol americano se mueve tanto cada temporada para jugar como estos basquetbolistas de la Costa Oeste. Según un estudio organizado por el medios especializado ESPN, en una campaña, los Trail Blazers se desplazan en promedio 87 mil kilómetros para jugar fuera de su estadio, esto supera en 17 mil kilómetros la media de la NBA.
Por otro lado, no es inusual que el equipo de Oregon deba realizar varios viajes consecutivos para jugar en otras ciudades. Mientras la mayoría de los equipos tienen la fortuna de alternar, los Trail Blazers pueden pasar semanas sin pisar su estadio de origen. En la temporada 2018-2019, por ejemplo, tuvieron en varias ocasiones que jugar tres partidos consecutivos fuera de su ciudad.
No obstante, a pesar de lo difícil que debe ser mantener ese esquema, los Trail Blazers se han acostumbrado a su fama de viajeros y no solo eso, sino que incluso lo han hecho una parte fundamental de su identidad como equipo. Después de todo, la ciudad que habitan fue fundada por pioneros, gente inconformista que, aún hoy, no soporta el sedentarismo.
Las comunas hippies, las agrupaciones punk, el grunge y los disturbios antirracistas que han sacudido históricamente a la la ciudad, dan fe de este terruño como una tierra salvaje y anárquica a la que si algo le sienta mal es la inmovilidad. ¿Cómo va a ser de otra forma en una ciudad rodeada por los que quizá son unos de los bosques más hermosos del continente americano?
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