Si visitas la ciudad de Łódź, en el corazón de Polonia, y pides un buen plato de pierogi a través de la aplicación de comida a domicilio más famosa, existe la posibilidad de que el repartidor que toque a tu puerta sea, nada más y nada menos, un campeón olímpico: el esgrimista venezolano Rubén Limardo.
Aunque algunos deportes como el futbol soccer, el americano, el basquetbol, el béisbol, el tenis y el automovilismo levantan tantas pasiones y acumulan tantos seguidores que acaban convirtiéndose en industrias multimillonarias capaces de pagar sueldos exorbitantes a los atletas de sus disciplinas, lo cierto es que la mayoría de los deportes —sobre todo los menos populares— carecen de la parafernalia, del glamour y, sobre todo, del capital suficiente como para que los deportistas puedan vivir ya no digamos entre lujos sino por lo menos de manera holgada.
Quienes practican disciplinas como el piragüismo, la gimnasia rítmica, el tiro con arco o el taekwondo —sólo por mencionar algunos—, suelen echar mano de los apoyos del gobierno o del patrocinio de una o varias empresas particulares.
Los judocas o badmintonistas no están exentos de requerir ese tipo de auspicios, por lo que, como muchos otros atletas desairados del gusto popular, se ven en la necesidad de buscarse uno o dos trabajos con los cuáles puedan ganarse el sustento y seguir practicando su amado aunque improductivo —económicamente hablando— deporte.
Tal es el caso de Rubén, esgrimista de 35 años, tricampeón panamericano en espada individual, doble medalla de plata en el campeonato mundial de esgrima en 2013 y 2018, y medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, uno de los dos únicos venezolanos en lograrlo.
El año pasado, a causa de la crisis económica que provocó la pandemia por coronavirus, tuvo que optar por un empleo que poco o nada tiene que ver con su talento como espadachín: el de repartidor en bicicleta.
Sin embargo, según él, este trabajo se adecúa muy bien a sus necesidades. “»No me perturba con los entrenamientos, y puedo hacerlo en el horario que necesite, por las tardes. Si hay días en los que el entrenamiento es muy fuerte, trabajo menos, pero de alguna u otra manera me da chance. Soy atleta, y uno siempre tiene energía para hacer algo extra”.
Lejos de su natal Venezuela desde hace más de 15 años, hace algunos meses Limardo logró llevarse a su familia a vivir con él a Polonia, lo que ha supuesto un incremento en los gastos. No obstante, sus dos trabajos —esgrimista y repartidor— no desvían su atención del objetivo al que apunta desde hace más de 8 años: convertirse en doble medallista olímpico de oro en los próximos juegos de Tokio 2020 —a celebrarse, esperemos, en este 2021, aunque seguirán conservando el nombre—, algo que ninguno de sus compatriotas ha logrado en la historia del deporte venezolano.
El flamante miembro del Salón de la Fama de la Federación Internacional de Esgrima sabe que su empleo es temporal, así lo ve e intenta sacarle el mayor provecho posible. «Me quita un poco de energía y cansa bastante, pero (…) a la vez estoy haciendo esfuerzo físico. Fortalece las piernas y me ayuda muchísimo».
Después de todo, cada pedaleo le sirve de aliciente para acercarse a su meta, preparándolo para ese momento en que suba al peldaño más alto del podio, incline el torso y reciba la medalla dorada en Tokio.
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