Hay deportes y deportes. Lo que un país es normal y hasta común, por ejemplo, el criquet en India o la pelota vasca en Euskal Herria, en otro adquiere matices exuberantes. Esto es porque cada deporte está pensado para servir en un contexto específico y adaptarse a las necesidades locales.
Así, no es inusual, por ejemplo, que aparezcan actividades como el salto de camello, deporte nacional en Yemen, un pequeño país al sur de la península arábiga.
Desde hace milenios, el clima desértico en estos parajes ha hecho del camello, que es un animal resistente y capaz de sobrevivir días sin agua, un gran aliado de los beduinos y los mercaderes árabes que dominan esa región.
No obstante, como pasa con toda actividad humana. Lo que al inicio es una herramienta de trabajo no tarda mucho en convertirse en manifestación cultural. De tal modo que el camello, héroe de las caravanas, eventualmente devino en fuente de entretenimiento.
¿Cuáles son las reglas de este deporte tan raro que en la imaginación occidental provoca ecos de Las Mil y Una Noches? No es algo muy complicado. Básicamente, se acomodan en fila a los camellos, uno al lado del otro. Los competidores tienen que saltarlos de manera horizontal. Gana el competidor que consigue brincar más camellos.
Suena fácil, pero no lo es. Para destacar en este deporte se necesitan habilidades de salto que solo alguien en constante movimiento y con práctica desde la infancia puede dominar. Además, pese a su apariencia apacible, el camello puede tornarse peligroso, por lo que es recomendable que quien se aproxime a este deporte sepa controlar al animal e interpretar sus señales.
Por supuesto que, como en todo deporte, los mejores alcanzan la fama y el reconocimiento. Ser buen saltador de camellos trae prestigio y entre la tribu Zaraninq, por ejemplo, quienes destacan en el salto adquieren derecho a recibir todo tipo de honores.
Otro aspecto importante de este deporte es su constante presencia en la vida cotidiana de los pastores yemeníes. No es raro que en ceremonias y bodas se apilen camellos para que los concurrentes los salten. Podríamos decir en este sentido que se trata de algo así como el equivalente a la cascarita de futbol que los tíos mexicanos ocasionalmente disputan en las celebraciones.
Por su peculiaridad, el saldo de camellos es un verdadero ejemplo de patrimonio cultural y, además, una muestra de que el deporte puede ir de la mano con la tradición milenaria.
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