En México, el universo indígena es, lamentablemente, muchas veces sinónimo de marginación, pobreza y falta de oportunidades. El racismo enquistado en muchos sectores de la sociedad y el desprecio hacia las propias raíces son algunos de los males a los que hacemos frente en este país. No obstante, en medio de esas condiciones, hay casos de superación dignos de antologarse. Uno de estos casos concierne a un grupo de niños oaxaqueños nacidos dentro de la comunidad triqui.
Relacionados con los mixtecas, los triquis viven en Oaxaca. Ahí, en un pequeño poblado con menos de mil habitantes, fue el lugar donde el entrenador Sergio Zúñiga ayudó a un grupo de niños a descubrir todo su potencial para un deporte que relacionamos más con suelos de duela que con las humildes planchas de concreto que, bajo arcotechos de lámina, fungen como centros comunitarios en el noroeste de Oaxaca. Hablamos, por supuesto del basquetbol.
El panorama que enfrentaba Zúñiga al entrenar era desalentador. Las condiciones de la cancha eran precarias y sus pupilos no tenían ni siquiera zapatos. Jugaban sobre el suelo, descalzos, sin unirforme y entrenaban de la misma manera todos los días. Con menos de 10 años, los niños soportaban ampollas, costras y cicatrices. Eventualmente, el estoicismo rindió frutos y las largas jornadas de entrenamiento bajo el sol se convirtieron en triunfos pequeños en algunas ligas de la región.
El potencial del equipo despertó el ánimo del entrenador y, tras hacer a sus pequeños campeones a nivel local, los llevó hasta el Torneo Nacional de Basquetbol Infantil. Lo que parecía ser un triunfo por el esfuerzo en la comunidad, terminó convirtiéndose apenas en el inicio de una larga carrera hacia la gloria.
Pocos meses después de inscribirse, los niños triquis dieron una sorpresa a nivel nacional cuando conquistaron el título del torneo. La notica era que habían logrado el triunfo jugando descalzos y en condiciones adversas. Esto les dio mucha publicidad y les permitió pasar al siguiente nivel.
Así, un año después de su triunfo nacional, los niños triquis jugaban en un torneo internacional en Orlando, Florida. No ganaron grandes preseas pero se ganaron el respeto de la comunidad internacional, lo que los llevó después a ganar, sin juegos perdidos, el Torneo Internacional de Minibasquetbol en Argentina.
Hoy, los niños triquis han conseguido oportunidades que los llevan más allá del basquetbol. Algunos consiguieron becas para estudiar en Los Ángeles, las Islas Canarias e incluso Alemania. En su interior, muchos albergan la oportunidad de traer conocimientos y mejorías a sus comunidades. Un detalle interesante sobre el sistema de entrenamiento de Sergio Zúñiga, es que no se limitaba a lo deportivo. Cada domingo, el entrenador les pedía a los niños que leyeran un libro y entregaran un reporte, lo que, sin duda, contribuyó a su excelencia.
Del modo que sea, los niños triquis nos enseñan que, con el debido apoyo y esfuerzo de nuestra parte, podemos lograr lo que nos imaginemos.