¿Qué es lo que hace a que un atleta se convierta en un superatleta? Por muchos años se pensó que las habilidades sobrenaturales eran mero resultado del esfuerzo, la técnica o la disciplina. Sin embargo, con ayuda de la tecnología científica, estudios recientes han demostrado que los superatletas (esos pocos elegidos que de tanto en tanto aparecen para batir los récords que estuvieron vigentes por dos o tres décadas) se desmarcan del resto de sus competidores debido a la simple y sencilla razón de poseer una herencia genética privilegiada.
Por supuesto, esto no significa que las extenuantes sesiones de entrenamiento, la dieta diseñada y la práctica de un estilo de vida saludable no sirvan de nada, pero demuestra que hay personas con mayores aptitudes para realizar cierta actividad de manera extenuante y prolongada. Es decir, que su biología patrimonial les permite, entre muchas otras cosas, resistir mejor a los esfuerzos musculares y cardiovasculares.
El ACE I/D fue el primer gen que demostró su relación con un mayor rendimiento atlético al regular la distribución del agua en el organismo del atleta. También se comprobó que el denominado ‘gen de la velocidad’, el ACTN3, regula la calidad y fortaleza de las fibras musculares, y está presente en muchos de los atletas de élite, sobre todo en los de ascendencia africana o afroamericana. Según estudios bien documentados, el gen ACTN3 codifica una proteína llamada alfa-actinina, la cual es propia de las fibras musculares rápidas. Hay dos variantes de genes: el R, que da lugar a una proteína funcional, y el X, que da como resultado una defectuosa o no funcional. No es casualidad que en poblaciones caucásicas el gen R sea relativamente escaso, y que en países como Jamaica, por ejemplo, el 100% de la población tenga la dotación RR, es decir, ‘el genotipo de velocista’.
En sentido opuesto, algunas investigaciones por parte de la Universidad de Stanford revelaron que existen otros genes que nos vuelven vulnerables a lesiones musculares, tendinosas y de ligamentos. En total, sólo un grupo de mil 300 marcadores genéticos predisponen a lesiones conocidas como fracturas óseas de estrés.
Eso sí: los científicos han dejado en claro que el hecho de ser portadores de genes, ya sean positivos o negativos, no es, de ningún modo, un factor determinante para augurar el éxito o el fracaso al realizar actividades deportivas. Tenerlos no significa que romperás récords olímpicos o que te luxarás al primer salto. Ningún gen crece en el vacío ni actúan por sí solo; estos son agentes que se suman a la cadena de capacidades, hábitos y virtudes que va enlazando el deportista a lo largo de su desarrollo deportivo y profesional.
No obstante, la pregunta siempre queda en el aire: en un futuro próximo, y con las nuevas herramientas de edición genética, ¿la ciencia estará en condiciones de ‘fabricar’ superatletas?