El principio del fin comenzó con un Burofax y acabó con una grúa y dos empleados despegando el vinilo publicitario de Messi en la fachada del Camp Nou.
En el verano del 2020, Lionel Messi sacudió al mundo al anunciar que deseaba irse del Barcelona, su casa desde hacía poco menos de dos décadas. La temporada previa había sido desastrosa. El club no ganó un solo título, y, como amargo colofón, recibió la mayor goleada de su historia, al ser eliminados —y humillados— con aquél 8-2 que les propinó el Bayern de Munich, en cuartos de final de la Champions League.
Tras la declaración, y como su contrato así lo estipulaba, se habló de que el argentino saldría caminando, libre, del club, y con rumbo a Inglaterra, al Manchester City, donde su amigo Pep Guardiola lo esperaba con brazos abiertos. Sin embargo, la pandemia le jugó chueco al rosarino. Por el paro que hubo, el final de la temporada no coincidía con las fechas estipuladas en las que Leo podía finiquitar su contrato. Las letras chiquitas se salieron con la suya. Luego de dimes y diretes en la prensa, Messi acabó por recular en su decisión, señalando, en una ya muy famosa entrevista, que nunca se atrevería a llevar a juicio al club “que le había dado todo”. Lionel seguiría siendo jugador del Barcelona, por lo menos un año más.
La temporada del 2021 fue acaso un poco mejor que la anterior. Por lo menos consiguieron la Copa del Rey, maquillando la mediocridad de un grupo cada día más mermado, con la inexplicable partida de su delantero estrella —y el mejor amigo de Messi—, el uruguayo Luis Suárez.
Sin embargo, con el retorno de Joan Laporta a la dirigencia del club —quien, durante su campaña, no se cansó de decir que asegurar la permanencia de Messi en el Barça era su prioridad número uno—, y tras un verano maravilloso en el que Lionel consiguió ganar la Copa América con Argentina, el futuro del 10 con los catalanes parecía un hecho. Ambas partes manifestaron su buena voluntad, y dieron a entender que solo bastaba una firma para que Messi terminara su carrera donde la comenzó. Cuando el padre de Leo llegó a la ciudad española para analizar los detalles, de pronto todo se vino abajo. En menos de 48 horas, la nueva vinculación contractual, teórica y verbalmente pactada, se vino abajo.
El 5 de agosto del 2021 quedará en la memoria de los fanáticos blaugranas como el día más triste del barcelonismo. Contra todo pronóstico, el Barça emite un escueto comunicado en el que anuncia que su estrella —en pocas palabras, el más famoso y exitoso jugador de la historia del club— no renovará por “obstáculos económicos y estructurales”. El Barcelona estaba —o está—, económicamente hablando, con el agua al cuello, y retener al argentino supondría, según Laporta, tener que hipotecar al Barça durante 50 años, algo que “no está dispuesto a hacer por nadie”.
El 6 de agosto, el hermano del emir de Qatar, dueño del Paris Saint Germain, publica un tweet en el que asegura que Leo ya es futbolista del PSG, mientras que el director técnico del equipo, Mauricio Pochettino, más cauto, declara que el club trabaja en la posibilidad de fichar a al delantero.
Dos días después, Lionel Messi da su última rueda de prensa para despedirse del Barcelona. Entre lágrimas, declara que su sueño era quedarse, que incluso había aceptado reducirse el sueldo a más de la mitad, cobrando lo de dos años en cinco. “Es nuestra casa. Es lo que más queríamos”, dice, antes de recibir un pañuelo de su esposa y quebrar en llanto en medio de un minuto de aplausos.
El final de una historia, el comienzo de otra, sucede el 10 de agosto, en el momento en que Leo, Antonella y sus tres hijos, abordan un avión con destino a París. En el aeropuerto, miles de fanáticos ya los esperan en extremo felices, casi enajenados. También en el hotel y a las afueras del Parque de los Príncipes hay turbas de parisinos que apuntan con sus celulares o agitan las bengalas encendidas. La entrada de Cristo en Jerusalén se queda corta. El flamante mesías se asoma por la ventana del hotel y saluda a sus nuevos feligreses. Al día siguiente es presentado de manera oficial. Bombardeado de flashazos, se enfunda la casaca con el número 30, la misma que veinte años atrás usó en su debut con el Barcelona. Por Instagram, Neymar, Mbappé, Di María y hasta Sergio Ramos —su otrora archirrival del Real Madrid— le dan la bienvenida a su nuevo club, uno que promete, y al que casi se le exige, hacer historia.
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