El tenista serbio Novak Djokovic ha dado en las últimas semanas mucho de qué hablar sobre algo más que su deporte. La polémica posición del jugador frente a las vacunas, ha catapultado su nombre hacia mesas de intenso debate sobre su ingreso al país sin ser vacunado, su detención, la audiencia por la visa y su participación en el Abierto de Australia.
Más allá de la posición personal, política o religiosa que se tenga frente a las vacunas, nos encontramos con una problemática de muchos matices. Por un lado, es incuestionable la maestría del tenista dentro de la cancha, pero ¿es lo único que se necesita para ser considerado ídolo?
El tenis es un terreno lleno de personajes únicos, con características que dan relieve a los encuentros deportivos y muchas veces eso es lo que encanta a la afición, lo que atrapa a los seguidores. No sólo es si se gana o se pierde, sino la actitud con la que se reciben los resultados, la cara con la que dan entrevistas, su manera de relacionarse con otros jugadores y con los fanáticos.
El jugador ha hecho declaraciones públicas para aclarar lo que se ha dicho en los medios sobre su prueba positiva a covid y cómo acudió a una serie de eventos después de recibirla. Además, desmiente lo que se dice sobre falsificar información en sus datos de migración.
Atendiendo a su versión de los hechos, el panorama sigue siendo escabroso. Es decir, en caso de que el agente de Djokovic se hubiese equivocado al rellenar los documentos migratorios y en caso de que fuese cierto el que desconocía su resultado positivo en la prueba covid al presentarse a varios eventos sin mascarilla y, por si fuera poco, de reconocer sinceramente su “error de juicio” a no hacer cuarentena después de saberse contagiado, hay muchas preguntas que siguen necesitando respuesta.
¿Cuál es la responsabilidad social de Djokovic como figura pública? Este incidente legal que podría costarle la visa y su participación en el Abierto de Australia tiene mucho más peso al ser mediatizado. Pero, ¿sería injusto pedirle a alguien con una plataforma tan grande que piense en la salud pública? La respuesta más justa sería juzgarlo como alguien que no ha elegido la fama y cuya decisión personal resulta ir en contra de lo que el sistema de salud mundial requiere, estadísticamente, para mantener con vida a la mayor cantidad de personas. Es decir: habría que confiar en la capacidad de las personas para llegar a razonamientos lógicos, sin verse influenciados por ninguna figura pública.
Lo que se debate hoy al cuestionar la visa de Djokovic y su participación en Australia no sólo es si se pierde la oportunidad de ganar otro título. Si todo el proceso estuviera mediado en una cancha por un réferi, probablemente se entendería la falta de espíritu deportivo y no por el hecho de haber incumplido las reglas, sino por haber puesto a sus colegas en riesgo. Independientemente del resultado de esta problemática, los deportistas y la afición se merecen un entorno donde el bien común sea prioridad para todos.
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