Un hombre negro, con un afro prominente, corre con agilidad y destreza de un lado al otro de la cancha. En una mano trae su pequeña raqueta, la otra la agita como si fuera de trapo. El sudor cae sobre la piel de sus torneadas piernas azabache, envueltas apenas por un short muy corto, como se estilaba en la década de 1970.
Se trata de Arthur Ashe (1943-1993), jugador profesional de tenis que conquistó tres títulos de Grand Slam en una época en la que a los negros se les ponían toda clase de obstáculos para destacar en un deporte elitista.
La carrera de Ashe comenzó a gestarse en un parque público de Richmond, Virginia. Su padre, Arthur Ashe Sr., lo crió solo con su hermano luego de que la madre, Mattie, muriera a consecuencia de una preeclampsia. Como el señor Ashe era jardinero municipal, la ciudad de Richmond le consiguió una cabaña en medio de un parque urbano en donde crió a sus dos hijos.
Estas condiciones de crianza facilitaron a los hermanos el contacto con todo tipo de deportes desde muy temprana edad. No obstante, Arthur Junior tenía una complexión débil y delgada, lo que le dificultaba participar en actividades como el futbol americano, un deporte popular entre los jóvenes negros de Richmond.
Su incapacidad para jugar futbol americano, llevó a Ashe a interesarse por otros deportes como el tenis, del cual había varias canchas en el parque que estaba al cuidado de su padre. En sus ratos libres, Ashe se acercaba y preguntaba a los jugadores si podía practicar con ellos. Al principio, ellos lo tomaban con gracia, pero con el tiempo, algunos notaron que el pequeño adolescente negro tenía una gran capacidad para ese deporte.
Fue así que, pese a las duras reglas de segregación que limitaban el acceso de los afroamericanos a ese tipo de deportes, Arthur Ashe Junior pudo practicar tenis durante la preparatoria y afilar así su técnica hasta superar a sus rivales caucásicos.
Las autoridades de Virginia, un estado sureño y racista, no veían con buenos ojos que ese chico negro destacara en un deporte que se asociaba con universidades Ivy League y prestigiosos clubes privados. De tal suerte, en su último año de preparatoria, el joven tenista se encontró con que se le había prohibido jugar en prácticamente todas las instalaciones deportivas de Richmond.
Para su fortuna, un tenista retirado de St. Louis había escuchado sobre su talento y decidió ir personalmente a Richmond para probar si los rumores sobre Arthur Ashe eran verdaderos. Anonadado con la capacidad del chico, el tenista le ofreció ir con él a St. Louis y entrenarlo de manera personalizada.
Un año después, en 1960, el joven se graduaba de la preparatoria Sumner, en St. Louis y se convertía además en el primer negro en ganar el Título Nacional de Tenis a puerta cerrada, lo que le permitió obtener una beca para la Universidad de California en Los Ángles (UCLA).
De aquí en adelante, todo fue gloria. Para 1963, ya había aparecido dos veces en la portada de Sports Ilustrated. Dos años después, fue proclamado el tercer mejor jugador en el país. Por entonces, la Guerra de Vietnam se había convertido en un grave problema para los estadounidenses y el sentimiento patriótico de Ashe se despertó.
En 1966, se enroló en el ejército con la esperanza de servir a su país en el sur de Asia. Por desgracia para él y por fortuna para el deporte, nunca vio un campo de batalla, pues se le consideraba demasiado talentoso y ya ganaba, en ese momento, campeonatos de relevancia mundial. Su hermano menor, en cambio, sí fue a la guerra. En lugar de eso, Ashe siguió entrenando y encabezó el equipo de tenis de las Fuerzas Armadas estadounidenses.
Para evadir algunas normativas que limitaban su participación internacional por estar adscrito a la milicia, Ashe solicitó su baja militar en 1969. Ahí fue donde comenzó su gloria. En 1970 ganó su segundo Grand Slam y se convirtió en una celebridad internacional. Para el ’75, ya había ganado tres, que incluían el de Wimbledon y el Abierto de Australia, pero además, el jugador combinaba la fama con un marcado activismo por los derechos de las minorías raciales.
Por entonces, se hizo célebre su pugna contra el gobierno sudafricano, que le impidió varias veces jugar en ese país debido a su estricta política de apartheid contra las personas de color. Esto condujo a Ashe e cabildear en asociaciones deportivas para que se sancionara a los sudafricanos.
Lamentablemente, el activismo político hizo mella en su ánimo y su salud. Durante la década de 1980, Ashe comenzó a padecer problemas del corazón. De acuerdo con los historiales médicos del jugador, varios miembros de su familia murieron prematuramente como consecuencia de padecimientos cardíacos. Por si eso no fuera suficiente, en 1988, se reveló que el jugador había adquirido el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), lo que lo llevaría a perder la vida algunos años después.
Pese a este trágico final, la vida de Arthur Ashe Junior es valiosa no solo por ser un ejemplo de fuerza y resiliencia, sino también porque, gracias a él y a las decisiones arriesgadas que tomó, muchos jugadores y jugadoras afroamericanos se han abierto camino en el tenis hasta llegar la indiscutible reina actual de ese deporte, que no es otra que la sorprendente Serena Williams.
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