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El concepto de deporte ha cambiado mucho a lo largo de la historia. Desde la época en que se circunscribía a las prácticas gimnásticas hasta la actualidad, cuando da cobijo incluso a actividades «sedentarias», como en el caso de los eSports, la idea misma de «lo deportivo» no ha dejado de evolucionar y adaptarse a las condiciones de vida contemporáneas.
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Es aquí donde se vuelve pertinente preguntarnos si algunas disciplinas pueden perder el halo de «deportivas» conforme avanza el tiempo. En los inicios de la vida deportiva, concretamente en el Imperio Romano, eran comunes las actividades atléticas en las que morían seres humanos. Todos hemos oído hablar, por ejemplo, del juego de gladiadores, en el que dos combatientes se batían a muerte en el circo público.
Hoy ya no hay gladiadores y a nadie se le pide que se bata a muerte en la arena. Sin embargo, aún hay actividades deportivas que generan polémica por la crueldad animal que llevan aparejada. Este es el caso de la tauromaquia y la cacería deportiva.
En el primer caso, se trata de una actividad que data, como los gladiadores, del espectáculo romano, y que arraigó principalmente en la Península Ibérica. En México, por cuestiones culturales, esta actividad goza de especial prestigio en diversos sectores y regiones del país.
Algunos de los hombres más poderosos de México, por ejemplo Alberto Bailleres, dueño de El Palacio de Hierro, destinan una parte importante de sus fortunas a mantener viva esta actividad.
En ciertas regiones, como Jalisco y Aguascalientes, la tauromaquia es además un sello de identidad y una parte importante de la cultura regional.
Sin embargo, diversos estudios muestran que el sufrimiento enfrentado por los animales de lidia es considerable, pues cuando los sacan al ruedo están asustados y el ajetreo al que los someten, aunado al constante ataque con banderillas, los pone en una situación de estrés pocas veces experimentada en sus vidas.
El hecho de que, una vez perseguidos y banderilleados, sean privados de la vida de un solo tajo, hace que sus últimas horas se vivan con agonía, solo para que un grupo de personas se divierta con la actividad.
Con la cacería ocurre algo similar. Originada en la Europa Medieval, esta actividad se asocia con la nobleza y, a diferencia de la tauromaquia, que se vincula mucho al mundo hispano, tuvo su principal difusión en las culturas anglosajonas.
El objetivo es buscar animales y darles muerte, ya sea con fusil o con ayuda de otros animales (perros, por lo general) para conservar sus pieles o sus cabezas como trofeo.
Al igual que la tauromaquia, la cacería ha recibido críticas por lo que se considera es un trato bárbaro hacia los animales de presa. Reportes del Reino Unido hablan de zorros que chillan mientras los cazadores dan muerte a sus crías cerca de la madriguera. No obstante, se trata de una actividad con amplia aceptación entre diversos sectores sociales.
¿Qué hacer entonces con esas actividades? En el caso de la tauromaquia, diversos gobiernos en su tierra de origen le han puesto fin con decretos y prohibiciones. Aquí en México, incluso se han presentado propuestas legislativas para que desaparezca.
A pesar de esto, aún es mucha la gente que se opone a tales medidas, aduciendo que se trata de una tradición en la que, además, algunos de los ejecutantes tienen la categoría de artistas, por la destreza con la que lidian a los animales.
Aun así, con todo y que una prohibición generalizada en el futuro inmediato parece un escenario poco probable para estas actividades, el hecho es que, entre la población menor de treinta años, ambas cuentan cada vez con menos aceptación, por lo que es de esperarse que, en algunas décadas, desaparezcan por falta de practicantes.
Mientras tanto, suponemos, miles de toros seguirán agonizando al año y reviviendo los momentos más crudos del reinado de Nerón.
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