Cuando pensamos en clavados, lo más probable es que nos imaginemos a una persona joven ejecutando gráciles piruetas sobre una fosa olímpica. No obstante, el mundo de los clavados va muchísimo más allá, como nos lo recuerdan los practicantes del cliff diving o clavadismo de precipicio.
El cliff diving es una disciplina muy antigua. Probablemente precede al clavadismo convencional, tomando en cuenta que los precipicios, barrancos y acantilados son unos excelentes trampolines naturales.
Su vínculo con la naturaleza, y el riesgo que implica practicar clavados desde estas plataformas, dan además al cliff diving un aura mística y ritual que no tienen los clavados convencionales. Los practicantes de cliff diving, típicamente se las ven directamente con el mar, los ríos y otros grandes cuerpos de agua.
Los primeros registros de cliff dating provienen de Europa, específicamente de países como Irlanda o Escocia, donde los acantilados son comunes y las festividades folklóricas exhortan a los lugareños a zambullirse en aguas heladas.
En México, el cliff diving cuenta con una excelente representación entre los clavadistas acapulqueños de La Quebrada. No se sabe con exactitud cuándo comenzó la fiebre por el clavadismo en el acantilado guerrerense. Para 1934, sin embargo, los clavadistas de La Quebrada habían alcanzado la fama internacional, lo que llamó la atención del empresario suizo Teddy Stauffer.
Célebre por haber convertido Acapulco en un importante destino turístico de clase mundial, Stauffer promovió a los clavadistas acapulqueños y los apadrinó para que se convirtieran en superestrellas. Hoy en día, no son pocas las familias de este puerto mexicano que dedican la totalidad de su existencia a lanzarse del acantilado para maravillar a los turistas.
La actividad, por supuesto, es peligrosa. En La Quebrada, los clavadistas deben calcular muy bien las condiciones de la marea para asegurarse de que tendrán agua suficiente en cuanto caigan. Un error en este sentido puede resultar fatal, como lo constata la gran cantidad de cruces que aún hoy se aprecian dentro del acantilado.
Por lo general, los clavadistas empiezan muy jóvenes, casi niños, en este incesante coqueteo con la muerte que, además de las implicaciones turísticas y deportivas, en ocasiones tiene alcances religiosos.
A nivel internacional, el cliff diving ha conseguido poco a poco un lugar destacado entre los deportes acuáticos. La competencia mundial de Cliff Diving de Red Bull congrega año tras año a decenas de clavadistas que muestran su destreza y habilidad para caer. Arrojándose desde lugares tan inverosímiles como mástiles, puentes e incluso azoteas de edificios.
Lo interesante del deporte es que, aunque la marea sea alta y el agua en la que caerá el clavadista profunda, un movimiento en falso puede concluir con fractura de huesos, esguinces o incluso el coma y la muerte. Por eso los clavadistas de precipicio deben cuidar muy bien sus movimientos y garantizar que caerán de manera tal que sus cuerpos ‘rompan’ el agua y no impacten contra ella.
Más allá de la elegancia del clavadismo tradicional, en el cliff diving hay un verdadero juego con la vida que pone a este deporte en el delgado abismo que separa al deporte del arte.
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