Al final de la almidonada y fallida película Troya(2004), el personaje de Ulises, interpretado por Sean Bean, cierra el filme diciendo: «Cuenten que viví en los tiempos de Héctor, domador de caballos. Cuenten que viví en los tiempos de Aquiles». Raspándole la melcocha al asunto, no pocos amantes del futbol, gustos y cursis, se apropiarían de la frase y la citarían sustituyendo el nombre de Héctor por el de Cristiano Ronaldo, y el de Messi por el del héroe de talón débil.
La rivalidad es un comportamiento que ha existido desde el momento en el que dos humanos lucharon por un pedazo de carne o por la oportunidad de procrear. Cuando alguien entendió que esa rivalidad se podía convertir en espectáculo, nació el deporte, entre otras cosas, y con él los seguidores y fanáticos.
Al público siempre le ha fascinado el enfrentamiento entre dos o más contendientes que se perciben igualmente poderosos. Nos produce una oscura satisfacción el choque entre símiles, tal como lo hace el chasquido de cabezas entre carneros o bisontes.
Herederos de Héctor y Aquiles, el deporte nos ha regalado grandes rivalidades en distintas disciplinas, tanto en lo colectivo como en lo individual; Lakers contra Boston, Yankees contra Red Sox, Alí contra Frazier o Nadal contra Federer son algunos de los ejemplos arquetípicos de los antagonismos por excelencia en el deporte occidental contemporáneo.
En cualquier reunión o carne asada, una de las peleas típicas entre aficionados de futbol gira en torno a decidir, a gritos o empellones, quién es el mejor jugador de nuestra generación: ¿Cristiano o Messi?
El tío, animado por las cervezas, probablemente apelará a la esencia, la pureza y la perfección del juego, por lo que defenderá a muerte a Lionel Messi, aunque odie el mate y le choque el sonsonete argentino. Por otro lado, su sobrina, sobria y pragmática, votará por Ronaldo, argumentando que el lusitano representa el prototipo de súper atleta auto fabricado, y demuestra, con todo y abdominales de lavadero, la supremacía de la disciplina por sobre el talento.
La sobrina dará su opinión entablillándola con fundamentos, y el tío tratará de derribarla a golpe de datos cada vez más contundentes. Luego intercambiarán los papeles una y otra vez, sin llegar a ningún lado, y así siempre hasta la siguiente reunión o carne asada.
Y es que es difícil, por no decir imposible. Uno es una máquina implacable. El otro es puro derroche de talento. Los dos son súper deportistas y millonarios. Los dos han marcado más de 50 goles en una temporada. Los dos rebasan los 700 goles en toda su carrera.
El de Funchal —la capital del archipiélago portugués de Madeira—tiene, hasta el momento, 36 años y 773 goles en su haber, de los cuáles 134 los ha anotado el Champions League, siendo el goleador absoluto de la competencia. Por su parte, el de Rosario —ciudad de la provincia de Santa Fe, Argentina—, dos años y cuatro meses más joven, acumula 739 goles, 120 de ellos en el torneo de la ‘Orejona’.
En trofeos también van muy parejos: Ronaldo presume 33 títulos en sus vitrinas, Lionel 35.
Durante una década se disputaron el Balón de Oro, premio que otorga la FIFA al mejor jugador del mundo en el año. El resultado: cada uno se llevó 5 trofeos a casa.
El fútbol, sin embargo, es un deporte colectivo, y en este rubro, la balanza se inclina hacia CR7. El portugués ha ganado más Champions, y ha sido campeón en tres de las ligas más importantes del mundo. Messi, por su parte, siempre ha defendido los colores del Barcelona, que tampoco es poca cosa, ya que fue artífice y columna vertebral del Barça de Pep Guardiola, para muchos, el mejor equipo de la historia.
Y es eso, quizá, lo que más le reprochan al argentino: que fuera de la escuadra catalana no ha logrado mucho. Mientras Cristiano Ronaldo puede retirarse tranquilo luego de levantar la Eurocopa en 2016, la gran mancha en el currículo de Messi es albiceleste. Con la Selección de Argentina no ha dejado de sumar fracasos, incluido el más doloroso para cualquier jugador de futbol: perder la final de la Copa del Mundo.
No obstante, la carrera de ambos jugadores ha sido más que asombrosa. Ni el tío ni la sobrina llegarán a un acuerdo. No se puede. Sería como elegir entre la chilena contra la Juventus y el ‘maradonazo’ versus el Getafe. Los dos han llegado a lo más alto a lo que puede aspirar un futbolista. Sólo queda darse la mano y dejar la polémica irresuelta.
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