Gao Min camina hacia el borde del trampolín. Mira al suelo, concentrada. Toma impulso, salta y da dos giros y medio para luego zambullirse en el agua, salpicando tanta agua como lo haría una piedra ligera. Cinco segundos después emerge, sonriente. Sabe que la competición es suya, que ha ganado la primera medalla de oro en clavados para China en unos Juegos Olímpicos.
Lo que ignora, mientras va de camino a las regaderas, es que su salto, ese que practicó infinidad de veces, será inspiración para miles de niños y jóvenes en su país. Ignora que se convertirá en pionera y vivo estandarte del deporte que tanto ama. Ignora que, por emularla, cientos de atletas harán de China la potencia indiscutible de los clavados en el siglo XXI.
A más de 30 años de aquél salto, hoy en día resulta un lugar común, una obviedad, el hecho de encontrar a un clavadista chino encabezando las clasificaciones y los medalleros en todas las competiciones a las que se presentan, llámese campeonatos asiáticos, mundiales o Juegos Olímpicos.
¿A qué se debe, sin embargo, el éxito rotundo y el dominio avasallador de los orientales en el deporte de la plataforma y los trampolines? Muchas pueden ser las razones, y entre ellas se encuentra el hecho de que los equipos de entrenamiento son mixtos en cuanto a edades y logros se refiere. De esta manera, los grupos combinan a jóvenes amateurs con clavadistas de mucha más experiencia y trayectoria, con el propósito de que los primeros les aprendan —y les compitan— a los segundos, y su fogueo ocurra desde bien temprano en su carrera.
Su férrea y terca disciplina les ayuda tanto en la práctica como en la técnica. No es raro que un clavadista chino rebase las 100 inmersiones en un solo día, y pocos son los que realizan menos de 500 saltos antes de añadirle alguna variante o dificultad, por mínima que esta sea, al salto que esté practicando.
Otra de las razones de su éxito —y quizá esta sea la clave— se debe a que la mayor parte del trabajo se lleva a cabo fuera de las albercas. La escuela china de clavados realiza saltos en seco mejor que cualquier otra el mundo, con un énfasis en el entrenamiento de gimnasia, en los ejercicios de elasticidad y hasta en meditación, con el objetivo de perfeccionar, centímetro a centímetro, cada uno de los movimientos que conforman su acrobacia.
No menos importante es el hecho de que, a partir de que la tecnología se los permitió, los atletas buscan retroalimentación en los videos de las cámaras de circuito cerrado con las que cuentan sus albercas. Después de haber realizado el salto y al tiempo en que sus entrenadores les despliegan su crítica, ellos ven por sí mismos los errores y aciertos técnicos y plásticos de su ejecución.
En una cultura deportiva como la china, nada se deja al azar, al inasible talento o la caprichosa fortuna. Sus logros se analizan y se califican, de modo que cada saltador pueda ser consciente de su mejoría y sus avances en la línea —en este caso descendente— hacia la consecución del clavado perfecto.
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