No hay nada inocente en ellas. Lejos de ser un espectáculo de velocidad, poderío y resistencia, las carreras de caballos se han convertido —siempre lo fueron, pero ahora cada vez más— en un negocio multimillonario en el que se involucran tanto los intereses particulares, como los de las industrias hípicas y farmacéuticas.
Los animales y sus jockeys compiten por quién es el más rápido de todos y, para lograrlo, todos los agentes implicados hacen hasta lo imposible para garantizar su victoria.
Mucha gente no sabe —o bien, finge no saber— que los caballos de competencia son entrenados desde muy temprana edad, cuando sus huesos aún no son lo suficientemente fuertes. Por ende, al ser sometidos a grandes esfuerzos de manera constante, sus cuerpos no responden como deberían, deviniendo lesiones prematuras —en tendones y ligamentos, sobre todo— que en un futuro le acarrearán consecuencias fatales.
Una de las peores prácticas en el mundo de las carreras de caballos es el uso despiadado de drogas en los animales. Con el objetivo de “sanar” —o mejor dicho, ocultar— sus lesiones y mejorar su rendimiento, entrenadores y veterinarios se empeñan en mantener al caballo compitiendo cuando en realidad el animal debería estar recuperándose de tal o cual lesión.
De esta manera, con la sangre colmada de fármacos, los caballos se sienten capaces de correr y competir, cuando en realidad el mismo dolor, anulado por la droga, se los impediría.
Es entonces cuando suceden los esguinces, las fracturas y las caídas que la mayoría de las veces terminan siendo su sentencia de muerte. Los caballos no soportan bien una cirugía, por lo que un caballo que ha sufrido una lesión medianamente grave suele ser, si no sacrificado y enviado a algún matadero canadiense o japonés, sí subastado para que los dueños se ahorren futuras atenciones médicas y honorarios de veterinarios.
Lamentablemente, pocos son los caballos que —como en el caso de los toros indultados tras una excelsa faena— son jubilados para que pasten en una verde pradera. Ni siquiera el haber ganado carreras importantes garantiza que el caballo goce sus últimos años en paz.
La premisa es simple: si el caballo no genera dinero se convierte en pérdida. Y en este negocio nadie quiere perder.
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