Para conocer el origen de los denominados deportes extremos habría que remontarse a los comienzos del deporte mismo. Muchas de las primeras actividades deportivas de las que se tiene registro, como la natación en mar abierto, el zourkhaneh, y hasta el juego de pelota (por su intrínseca relación entre la victoria y el sacrificio), podrían considerarse como prácticas riesgosas, ejecutadas en condiciones de inseguridad para el deportista.
Si el germen del riesgo como espectáculo proviene de las arenas del Coliseo de Roma, ¿qué mejor tatarabuelo de los extreme sports que la lucha a muerte entre gladiadores?
Si bien ya no es menester —y qué bueno— que ningún contendiente pierda la vida, los que practican los recién llamados deportes extremos saben que la fatalidad siempre está latente. Pero, ¿qué es en sí un deporte extremo? Se podría decir que es cualquier actividad que involucre esfuerzo y destreza física, y que se realice, ya sea por ocio o de manera profesional, en condiciones adversas o riesgosas para el ejecutante.
Por lo general, los deportes extremos son disciplinas sin reglamentación, aunque algunas de ellas se han profesionalizado al grado de establecer ciertas normas para garantizar la competencia justa. Eso sí, en todos los deportes extremos impera la búsqueda de satisfacción y el placer de superar el inminente peligro por encima de cualquier otra regla establecida.
En la actualidad, algunos de los deportes extremos más populares y practicados son el paracaidismo, el surf, el bodyboarding, el alpinismo, el buceo a pulmón, la natación en aguas abiertas, el downhill o descenso en bicicleta de montaña, el snowboarding y la escalada.
Uno de los más peligrosos es el wingsuit, una modalidad del paracaidismo en el cual el deportista salta en caída libre, ya sea de una avioneta o de un risco, equipado con un traje especial compuesto de membranas entre las piernas y los brazos con el torso. Esto disminuye el descenso vertical mientras se incrementa el descenso horizontal, provocando que el deportista pueda planear a gran velocidad y a escasos metros de la superficie de la colina. El wingsuit es tan peligroso que se estima que entre 1912 y 1961, 72 de sus 75 pilotos perdieron la vida realizando pruebas con los trajes planeadores.
¿Qué motiva, entonces, a un deportista extremo? Investigaciones recientes han desmentido el mito de que lo hacen por una adicción a la adrenalina. Según estudios de la Universidad de Tecnología de Queensland (UTQ), los que practican dichas disciplinas se ven alentados por tener una experiencia vital.
Eric Brymer, profesor adjunto de la UTQ, asegura que «los extreme sports se han convertido en un fenómeno mundial, y estamos siendo testigos de un interés por ellos sin precedentes». Además, agrega que los deportistas de riesgo «son personas altamente capacitadas, con un profundo conocimiento de sí mismas, de la actividad y del medio ambiente en que lo hacen, con el objetivo de tener una experiencia que mejore y marque un profundo cambio en su vida».
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