En los pasados Juegos Olímpicos de Tokio 2020, nuestro país tuvo una pobre cosecha en el medallero, con tan sólo cuatro preseas, todas ellas de bronce.
Los que sacaron la casta fueron Alejandra Valencia y Luis Álvarez Murillo, en tiro con arco equipos mixtos; las clavadistas Alejandra Orozco Loza y Gabriela Agúndez, en la prueba de plataforma sincronizada femenil; la halterofilista Aremi Fuentes, en la categoría de los 76 kg femenil, y, por último, la selección varonil de fútbol, comandada por Guillermo Ochoa.
Ante estos resultados, muchos —sobre todo los más jóvenes—, podrían pensar que esta ha sido una de las peores actuaciones de una delegación mexicana en unos Juegos Olímpicos, pero si así lo hicieran, estarían equivocados.
Aunque la comisionada nacional del Deporte, la exvelocista Ana Gabriela Guevara, había pronosticado un total de 10 medallas, las cuatro que finalmente se obtuvieron, si bien son pocas, no son ni de cerca la menor cantidad de metales con las que han vuelto los nuestros. ¿Cuál es entonces el peor papel de México en el medallero?
Recapitulemos un poco, yendo de lo más a lo menos.
El mejor rendimiento en cuanto a preseas se dio en las olimpiadas de México 1968. Motivados, quizá, por el furor del anfitrión, en aquella ocasión se ganaron un total de nueve medallas, tres de ellas de oro (dos en boxeo, una en natación).
La segunda mejor marca sucedió recientemente, hace apenas nueve años, en los JJOO de Londres 2012, cuando la delegación tricolor se subió ocho veces al podio. Lo hizo cuatro veces para colgarse el bronce, tres para la palta y una para recibir la histórica medalla de oro que obtuvo la selección varonil de futbol, dirigida por el Luis Alfredo “el Flaco” Tena.
En un tercer sitio, tanto en Sídney 2000 como en Los Ángeles 1984 se obtuvieron seis preseas por evento, con dos medallas doradas en estos últimos, por una sola en los juegos australianos, aquella que ganara carismática Soraya Jiménez.
Por su parte, los juegos de Río 2016 y los de Londres 1948 están empatados en cuarto lugar con cinco medallas olímpicas en cada uno, aunque en la capital de Inglaterra nos fue mejor, con dos medallas doradas por ninguna obtenida en Brasil.
Así entonces, las cuatro medallas olímpicas que se consiguieron en los juegos de Tokio están a la par de lo ganado en Pekín 2008, Atenas 2004 y Moscú 1980. Esta cifra, aunque modesta, está por encima de las tres medallas que se obtuvieron en Berlín 1936, de las dos que ganaron en Melbourne 1956, en Montreal 1976 y Seúl 1988, y, por supuesto, arriba de la solitaria medalla que se ganó, respectivamente, en los juegos de París 1900, Helsinki 1952, Roma 1960, Tokio 1964, Múnich 1972, Barcelona 1992 y Atlanta 1996.
La peor participación de México en unos JJOO fue en la de Ámsterdam 1928, donde la delegación nacional, con 32 mexicanos conformándola, terminó con las manos vacías al no obtener ni una sola presea.
De modo que, ¿podemos llamar un “fracaso” a lo hecho por nuestros deportistas en la última justa olímpica? Con las 73 medallas olímpicas totales que tiene México en sus 24 participaciones en JJOO, las 4 de Tokio están por encima del promedio, que es de 3.31 preseas por certamen. Así es que puede decirse que se obtuvo “lo usual” para nuestro país, uno en el que el deporte nunca ha sido prioridad en el presupuesto, en el que la infraestructura deja mucho que desear, en el que los apoyos brillan por su ausencia y en el que los deportistas laureados —junto con sus familiares y entrenadores— se llevan, casi sin excepción, todo el mérito por sus logros.
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