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El viaje del Pelusa

Le apodaron “el Pelusa” porque, bajito como era, y con la espesa melena y todo el cuerpo lleno de pelo, parecía una pelusa andante. Diego Armando Maradona Franco nació el 20 de octubre de 1960 en Lanús, ciudad de la provincia de Buenos Aires. Pateó sus primeras pelotas en el potrero de Villa Fiorito, barrio ubicado en la zona sur del conurbano bonaerense.

A los 9 años se presentó a hacer las pruebas para las divisiones inferiores del club Argentinos Juniors, y consiguió entrar a “Las Cebollitas”, nombre del equipo de la clase del 60. Dieguito los hizo campeones, por supuesto. Los visores ya le veían porte de crack. Incluso salió en el periódico, aunque en la nota tenía una errata: lo llamaban Caradona.

En los entretiempos de los partidos del Argentina Juniors, con sólo 10 años, el niño entretenía al público haciendo todo tipo de suertes con el balón. Por eso fue que lo invitaron a un famoso programa de televisión. Su madre le compró unos zapatos nuevos para que fuera bien vestido al show de “Sábados Circulares”, que conducía Pipo Mancera. El programa fue un hit gracias al pibe sensación.

“En un principio, la idea fue hacer una entrevista de 5 minutos”, recuerda Maradona. “Pero los invitados principales, Los Cinco Latinos, se retrasaron, y tuvieron que estirar mi entrevista. Me tuvieron 45 minutos haciendo jueguitos delante de las cámaras”.

Debutó el 20 de octubre de 1976, a diez días de cumplir los 16 años. Entró de cambio, y enseguida hizo un túnel a un jugador rival. Un mes después marcaría su primer gol frente al San Lorenzo, y en ese mismo partido, su segundo. El talento de Diego hizo que fuese convocado a la selección. A falta de 12 días para que comenzara el Mundial de Argentina 78, César Luis “El Flaco” Menotti anunció que, de los 25 preseleccionados, recortaría de la lista definitiva a tres: Bravo, Bottaniz y Maradona.

Diego lloró desconsoladamente al enterarse. No hay ningún registro fotográfico, pero sí una anécdota de Carlos Ares. El ex periodista de El Gráfico cuenta que aquella noche del anuncio, luego de cenar en la concentración del equipo, al salir, de noche y con mucho frío,  escuchó que alguien lloraba. “Tuve la imagen más fuerte que recuerde: era Maradona, sentado al lado de un árbol llorando desconsoladamente. Le dije lo obvio. ¿Sabés los Mundiales que vas a jugar vos?, y ese tipo de cosas que uno dice para consolar a un chico. Pero él me contestaba, llorando: ¿Cómo se le digo a mi papá?”.

El mundial de Argentina 78 lo acabaron ganando los albicelestes, con Diego mirando desde la tribuna. Tras esa decepción personal, Maradona se reintegró al plantel de Argentinos y con esa la camiseta se consagró el máximo goleador de los torneos Metropolitano 1978, Metropolitano y Nacional 1979, Metropolitano y Nacional 1980, consiguiendo un récord en el futbol argentino como el único jugador que ha logrado consagrarse goleador del torneo en cinco oportunidades.

En el 81 firmó con el Boca Juniors, más por cariño que por dinero, ya que el equipo no estaba pasando por un buen momento económico. Con los “xeneizes” ganó el Torneo Nacional de 1981 —único campeonato de Diego en la liga argentina— y dejaría la institución luego de jugar 40 partidos y convirtiendo 28 goles para integrarse a la selección de Argentina que competiría en el Mundial de España 1982.

Antes de que comenzara el torneo, su pase al FC Barcelona ya estaba concretado, por lo que había gran expectativa en torno al número 10, del cual se esperaba una gran actuación, tomando en cuenta que Argentina era el campeón vigente. No fue así. Los albicelestes fueron eliminados luego de una dura derrota frente a Brasil, con todo y tarjeta roja para Diego.

Su paso por el Barcelona fue más bien accidentado. Metió goles y consiguió campeonatos, pero también hubo enfermedades, lesiones y hasta una pelea campal que le costaría una sanción por tres meses.

En esos tiempos —confesaría años más tarde— también tuvo sus primeros contactos con la droga, adicción que le ocasionaría serios problemas. Al final, luego de jugar 58 partidos y marcar 38 goles, el presidente del Barcelona, José Luis Núñez, aceptó una oferta de Napoli italiano.

La presentación en el Nápoles fue el 5 de julio de 1984, ante un Estadio de San Paolo abarrotado. Maradona, con sólo 23 años, llegó diciendo “quiero convertirme en el ídolo de los pibes pobres de Nápoles, porque son como era yo cuando vivía en Buenos Aires”. Y lo logró.

Debutó en un amistoso contra el River Plate de su país. Gracias al Pelusa, el Napoli conquistó dos Scudettos (86-87, 89-90, los únicos en sus vitrinas), una Copa Italia (86-87), una Supercopa (90-91) y una Copa UEFA (88-89). Diego terminaría anotando 115 goles y convirtiéndose en el mejor jugador de la historia del club.

El Mundial de México 1986, todos los reflectores estaban puestos en el delantero argentino, y quizá por esa razón su hazaña está tan bien documentada. Los albicelestes le ganaron a los coreanos en Ciudad Universitaria, y empataron con Italia en Puebla. A Bulgaria le ganaron, nuevamente, en CU. En los octavos de final se enfrentaron a Uruguay, y los vencieron solo por la mínima.

En cuartos se enfrentaron contra los ingleses en el Estadio Azteca, en el que quizá sea el partido más recordado —y quizá el más importante— de la carrera de Diego Armando. En ese juego anotaría el mejor gol ilegal y el mejor gol legal de la historia. Primero, tocando con la mano un remate que debería ser con la cabeza —lo anoté un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios, dijo acabando el partido—. Luego, partiendo desde su propio campo, Maradona burlaría a seis ingleses —portero incluido— para firmar el llamado “gol del siglo”.

En la semifinal, contra Bélgica, Diego metió los únicos dos goles del encuentro. La final se jugaría contra Alemania, jugando por tercera vez consecutiva en el Estadio Azteca. Los argentinos se fueron arriba en el marcador con goles de José Luis Brown y de Jorge Valdano, pero Alemania empató el partido con una anotación de Karl-Heinz Rummenigge y otra de Rudi Völler. En el minuto 83, Maradona, rodeado de germanos, asistió de forma espectacular a Jorge Burruchaga, quien con un punterazo convirtió el tercero y último gol del partido.

Según el modelo aristotélico, todo relato se compone de tres actos: el planteamiento, el nudo o clímax, y el desenlace. La imagen de Diego Armando Maradona cargado en hombros y alzando el trofeo de la Copa Mundial de la FIFA, ilustra la cima deportiva del que, para muchos, se convirtió desde ese momento en el mejor futbolista de la historia.

Todo lo que vino después —la inercia en el Napoli, el subcampeonato de 1990, su paso por el Sevilla y el Newell’s Old Boys, la suspensión por dopaje en en el Mundial de EUA 1994, los 15 meses de castigo, su regreso y retiro en el Boca Juniors, su adicción a las drogas, la cercanía y hasta amistad con dictadores, su etapa como conductor de televisión, sus días de entrenador de la Selección Argentina y sus muchos, muchísimos escándalos— fue declive.

Publicado en: Fútbol, Todos

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