Todos hemos visto en alguna película a un caballero empuñando una garrocha e intentando tumbar a otro de su caballo. Esta actividad, conocida como ‘justa’, era uno de los deportes más populares durante la Edad Media, época que se extendió, más o menos, del siglo V al siglo XV después de Cristo.
Tendemos a pensar en el deporte, en particular el deporte de masas, como una actividad eminentemente moderna. Nada más alejado de la realidad. Desde la antigüedad clásica, griegos y romanos fomentaron la disciplinas corporales y, en algunos casos, las transformaron en refinados espectáculos.
Tras las invasiones bárbaras en el Imperio romano, el atletismo clásico y las conocidas luchas de gladiadores, recibieron profundas influencias de las tradiciones nórdicas, germanas y, en menor medida, eslavas.
Estos pueblos eran conocidos por su vida nómada. Sus reyes los conducían de un lugar a otro buscando siempre lugares más prósperos o ciudades para saquear. Por este motivo, los bárbaros del norte y este de Europa tenían en los caballos a uno de sus mayores aliados.
Esta cultura del caballo, propia de los señoríos bárbaros, se acopló muy bien a la tradición romana de los espectáculos deportivos engendrando las justas, que incluían diversas actividades como el combate sobre caballo, los torneos de arquería (de donde proviene el moderno tiro con arco) y una herencia de los gladiadores: el duelo a espada.
Además de estas archiconocidas actividades, los medievales tenían acceso a otras competencias deportivas como el lanzamiento de venablos, algo muy similar al lanzamiento de jabalina, pero realizado sobre un caballo; las decapitaciones, donde un jinete simulaba decapitar una efigie mientras galopaba a toda velocidad, o el ensartado de sortija, en el que un jinete intentaba clavar su lanza en el centro de una sortija.
En la Baja Edad Media (siglos X al XV), el propósito fundamental de las justas fue educar a los hidalgos y caballeros en las artes de combate que requerirían en caso de ser llamados por sus señores a la guerra. No obstante, el campesinado solía reunirse alrededor de estos encuentros para entretenerse mientras se consumía cerveza y se preparaba comida.
Además de estas actividades, los medievales practicaban deportes como el criquet y una versión primitiva del tenis. Los niños, además, acostumbraban a practicar juegos con pelotas que eventualmente darían paso a actividades como el futbol o el rugby.
En México, el espíritu de las justas sigue presente en actividades como la charrería, donde el caballo y la destreza del jinete, siguen siendo herramientas fundamentales como en aquellos lejanos tiempos de hidalgos, nobles y princesas.
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