Los entrenamientos deportivos han sufrido importantes cambios a lo largo de su historia. No es lo mismo entrenar hoy que hacerlo hace cien años. Esto, obviamente, está lejos de deberse a un solo factor. Las razones por las que un régimen deportivo cambia son muy variadas y van desde el avance de la tecnología, hasta una mayor comprensión del cuerpo humano, así como de sus limitaciones y potencialidades.
Existen muchas teorías para explicar por qué hacemos deporte. Algunas de las más aceptadas, consideran al deporte un remanente de los antiguos rituales de cacería, cuando grandes grupos de personas desgastaban su energía persiguiendo mamuts y otros animales que servían como alimento para los primitivos seres humanos.
Fueron dos las civilizaciones que, una vez descubierta la agricultura, sistematizaron lo que después serían las disciplinas deportivas. Por un lado estuvo la antigua China, donde se practicaban de manera regular disciplinas como el tiro con arco y un deporte que guardaba cierta similitud con el futbol; por otro, el antiguo Egipto, donde los ejercicios físicos eran parte fundamental de algunos rituales religiosos.
A los sacerdotes egipcios les gustaba entrenar hasta extenuarse y entrar en una especie de trance en el que parecían establecer algún tipo de comunicación con sus divinidades. Es probable que fuera de aquí de dónde los griegos recibieron los ejercicios ritualizados que después sentarían las bases de los juegos olímpicos.
Esta adopción de los rituales egipcios por parte de los atletas griegos generó la que quizá fue la primera edad de oro del deporte como una finalidad en sí misma, pues lo que empezó como un ritual, pronto se transformó en espectáculo, y los atletas en figuras admiradas por la población general.
Es importante señalar que en todas estas culturas, además de la dimensión mística y religiosa, el deporte estaba estrechamente relacionado con la vida militar, por lo que los entrenamientos buscaban dotar a los atletas del vigor necesario para resistir rutinas extenuantes y aparecer como verdaderos portentos del cuerpo.
No daban gran importancia, estas civilizaciones, al cuidado de la salud en sí mismo y las lesiones no eran infrecuentes, produciéndose a veces desenlaces fatales que hoy serían fácilmente subsanables con ayuda de la ergonomía y la fisioterapia. Había pues una mayor vinculación entre la muerte y el ejercicio físico que, en muchas ocasiones, podía entenderse como una continuación o apéndice de la guerra misma.
Tuvieron que pasar cientos de años para que, en la modernidad tardía, es decir, a mediados del siglo XIX, se retomara el deporte como una actividad importante, con la consiguiente preocupación por la integridad de los deportistas. Fue en esta época cuando aparecieron algunas de las tecnologías deportivas más importantes para asegurar la seguridad.
Un ejemplo claro de esto son los guantes de box. Antes del siglo XIX, los boxeadores practicaban su deporte con las manos desnudas, produciéndose no pocos accidentes fatales en el ring y durante los entrenamientos. Por tal motivo, el Marqués de Queensbury (responsable, por otro lado, de la caída en desgracia del escritor Oscar Wilde) dispuso un reglamento que exigía portar guantes como parte de los entrenamientos y los encuentros de box.
A partir de entonces, la práctica el box se volvió mucho más segura con la incorporación de otros dispositivos como los protectores bucales.
Lo mismo ocurrió con otras disciplinas, cobrando cada vez más importancia la fisioterapia y desarrollándose rutinas para garantizar al mismo tiempo la mayor eficiencia posible sin lesionar a los y las atletas.
Podríamos decir entonces que, con el paso de la historia, los entrenamientos deportivos se han ido enfocando cada vez más en la seguridad, y que nos hemos alejado de aquellos ignotos tiempos en los que morir bajo un mamut era casi un hecho que tendría lugar tarde o temprano.
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