El baseball es el deporte nacional de los Estados Unidos de América. El imaginario popular de este deporte, nos remite directamente a grandes estadios, con un skyline o un freeway detrás, y vendedores ambulantes de salchichas. No obstante, los estadounidenses están lejos de monopolizar la práctica beisbolista. Otros países americanos, como Venezuela o Panamá, destacan también en la práctica de este deporte.
A esto hay que sumar además los méritos que los latinos han alcanzado en el baseball estadounidense. No son pocos los que han alcanzado incluso un lugar en el Salón de la Fama de la MLB, ubicado en Cooperstown, Nueva York. Pero decir que los latinos tuvieron un lugar en las Grandes Ligas desde el principio sería ingenuo.
Como sucedió con otras experiencias históricas, el baseball profesional era originalmente un espacio que dominaba la población blanca, preferentemente anglosajona. Fue hasta después de la década de 1950 que los latinos, con una presencia cada vez mayor en zonas como los Grandes Lagos, a donde migraban para trabajar en las fábricas, comenzaron a abrirse espacios en entornos como el deportivo.
El primer latino en conseguir su lugar en el salón de la fama fue Roberto Clemente, en 1973. De origen puertorriqueño, Clemente destacó como jardinero derecho de los Pittsburgh Pirates, para los que jugó más de una década. Antes de su llegada al equipo, los Pirates eran un equipo mediocre, por lo que Clemente fue como un milagro, contribuyendo a que el equipo se consolidara como campeón durante dos series mundiales.
Once años después del éxito de Clemente, el venezolano Luis Aparicio ganó su propio lugar en el salón. Su época de gloria había tenido lugar un par de décadas antes, donde destacó en equipos como los Chicago White Sox, los Baltimore Orioles y los Boston Red Sox. Su habilidad en el juego lo llevó a participar en un total de 10 Juegos de Estrellas, misma que eventualmente le valió pasar a la posteridad.
En 1999, el puertorriqueño Orlando Cepeda hizo su aparición entre los astros del baseball. Cepeda había jugado para los San Francisco Giants, los St. Louis Cardinals, los Atlanta Braves, Oakland Athletics, Boston Red Sox y Kansas City Royals. En total, participó en siete Juegos de Estrellas, convirtiéndose así en el primer puertorriqueño en comenzar uno.
Al año siguiente, un cubano, Tony Pérez, obtuvo su lugar en el salón tras una exitosa carrera en equipos como los Cincinnati Reds, los Boston Red Sox y los Philadelphia Phillies. Con uno de los mejores promedios de bateo y home runs de los que se tiene noticia, Pérez tuvo su mejor durante la década de 1960, cuando destacó como bateador de los Cincinatti Reds.
Los puertorriqueños Roberto Alomar y Joe Torre fueron los siguientes en alcanzar un lugar en el salón. Lo hicieron en 2011 y 2014, respectivamente. Alomar construyó su carrera como bateador con los Padres de San Diego y los Toronto Blue Jays, mientras que Torre destacó en los Yankees con un excelente promedio de bateo.
Finalmente, tenemos tres casos para destacar: Pedro Martínez, Iván Rodríguez y Vladimir Guerrero. El primero, dominicano, destacó en los Boston Red Sox con unas descomunales cifras de bateo. El segundo hizo su carrera con los Texas Rangers y el tercero, hijo de padres dominicanos, ha sido uno de los mejores jardineros en la historia.
Todos estos nombres nos hablan del poder de los latinos dentro del baseball. Aún hay que ver qué sorpresas nos depara el futuro con los jóvenes que hoy destacan dentro del deporte.
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