El rumor se esparció luego de la carrera final de los 800 metros del Campeonato Mundial de Atletismo Berlín 2009. La sudafricana Caster Semenya, de tan sólo 18 años de edad, ganó la competición de forma contundente, logrando una ventaja de más de dos segundos con respecto al segundo lugar. Tres horas después de que finalizara la carrera, Elisa Cusina declaró: «Esta gente no debería correr con nosotras. Para mí, ella no es una mujer. Ella es un hombre». La mecha se había encendido.
En los siguientes días, a la declaración de Cusina se le sumaron otras tantas, incluida la de un blog sudafricano que sugería el hermafroditismo de Semenya, por lo que la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF), de forma poco elegante, pidió, luego de revisar los estudios realizados a Caster antes del inicio del campeonato, los cuales indicaban altos niveles de testosterona, que se le llevara a cabo un test de verificación de sexo.
Los resultados por parte de la comisión médica de la IAAF, sin embargo, nunca se hicieron públicos, y solo se supo lo que diario británico The Daily Telegraph divulgó en su edición del 11 de septiembre del 2009 que Semenya tenía una anomalía cromosomática, por lo cual no posee útero ni ovarios pero sí testículos internos.
Muchos comentaristas, activistas y líderes cívicos sudafricanos tacharon la controversia como racista, considerándola una auténtica afrenta hacia la privacidad y los derechos humanos de Semenya. Se culpó a la propia IAAF de suscitarla, consecuencia de la falta de respeto hacia la privacidad de la corredora y la poca discreción con la que se llevaron a cabo las investigaciones.
En noviembre de ese mismo año se reveló que Caster y la IAAF llegaron a un acuerdo privado para que la atleta conservara su medalla y el dinero del premio, y no fue sino hasta junio del 2010 cuando la asociación comunicó de manera oficial que, aceptando las conclusiones de la comisión médica, permitía a Semenya correr como mujer.
Evidenciando que la IAAF no daba pie con bola, estas declaraciones sacudieron todavía más a la comunidad deportiva. Marta Pérez, médico y atleta de 1500 metros, cuestionó: «¿Quién decide ahora, cuando se han acabado los géneros binarios, el blanco o el negro, qué es ser mujer? ¿La IAAF?».
Muchos se preguntaron qué estaba en juego tras los procedimientos, las proclamas y decisiones de la IAFF, y, en consecuencia, se especuló sobre las posturas y/o medidas que adoptaría el Comité Olímpico Internacional.
Del 2010 al 2018, Caster Semenya no dejó de competir y acumular medallas y campeonatos, convirtiéndose en doble campeona olímpica y triple campeona mundial de los 800 metros planos, su prueba predilecta.
La controversia, empero, estaría lejos de terminarse. Apenas en mayo del año pasado, la IAAF cambió el criterio sobre elegibilidad para la competición de mujeres con altos niveles de testosterona. El límite de testosterona se fijó en cinco nanomoles por litro. En pocas palabras, quien lo superara —como Caster— debía someterse a tratamientos para reducir la hormona, o simplemente se le negaría su derecho a competir. La normativa se hizo oficial a partir del 1 de noviembre del 2018, pero gracias a ciertos recursos legales ejercidos por la misma Semenya, la medida se retrasó hasta marzo del 2019.
Tras muchas instancias y aprovechando que el Tribunal Federal de Suiza emitió una suspensión cautelar de la normativa, Caster Semenya reapareció en el tartán hace apenas unos días, imponiéndose en la reunión de Stanford, la séptima parada de la Liga de Diamante.
Entre éxitos deportivos y dilemas éticos, un nuevo capítulo en ‘el caso Semenya’ está por registrarse.
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