En promedio, un pitcher profesional lanza una bola de béisbol a 91 millas por hora, es decir, poco más de 145 kilómetros por hora. Si la atrapas a esa velocidad y a mano limpia, muy probablemente no te den ganas de seguir jugando, mucho menos si te tocó ser el catcher.
Sin embargo, en los comienzos del deporte, así era como se jugaba, y la sola idea de utilizar algún tipo de protección era considerada una falta de respeto para la masculinidad de los jugadores.
No obstante, no pasó mucho tiempo para que alguien se decidiera a usar algún tipo de manopla para aliviar los impactos, y ese alguien fue Charles C. Waitt.
En 1875, Charlie, un jugador universitario, se fabricó un guante muy parecido a los que usan actualmente los motociclistas, es decir, apenas un cuero delgado y con los dedos descubiertos. Aunque recibió no pocas burlas, muy pronto sus compañeros y rivales se dieron cuenta que el guante era por demás efectivo, y que ese pequeño gran aditamento podría convertirlos en mejores jugadores.
Al año siguiente, un jugador de los Chicago White Stockings de nombre Albert Godwill Spalding tomó la idea de Waitt, le hizo unos cuantos ajustes y fabricó su propia versión del guante. El éxito que tuvo le sirvió para fundar la primera compañía de artículos deportivos, Spalding, y de paso revolucionar la manera de jugar al béisbol, una “más segura y menos dolorosa”.
Décadas después, en 1920, el lanzador Bill Doak tuvo una revelación que habría de cambiar para siempre tanto las manoplas de béisbol como la forma en la que se juega el deporte: se le ocurrió que el guante podría tener una pequeña red entre el pulgar y el dedo índice para crear una especie de bolsa que recibiera el impacto de la pelota.
Doak cosió un prototipo y le vendió a los hermanos Rawlings su diseño definitivo, el cual terminaría por reemplazar a todos los demás guantes de béisbol y convertirse en el diseño estándar hasta el día de hoy.
A partir de ese momento, al diseño de los guantes fue evolucionando para adaptarse a las necesidades de los peloteros, agregándoseles canaletas o túneles de aire, diferentes tipos de costuras y entramados, dedos cada vez más largos y redes cada vez más grandes.
Desde entonces y hasta la fecha, el material por excelencia para fabricar guantes de béisbol es el cuero, el cual es lo suficientemente fuerte para aguantar, por ejemplo, el impacto de un lanzamiento a más de 172 kilómetros por hora —el récord de velocidad de Aroldis Chapman— , y lo flexible como para amoldarse a la mano del jugador y al contorno de la pelota.
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