Después de estar en la cima del mundo y probar los elixires de la victoria, muchos atletas caen en depresión. ¿Cómo se explica este fenómeno que cada vez tiene más visibilidad?
Este problema ha estado presente desde hace décadas, pero apenas hace algunos años ha comenzado a atenderse como una amenaza real. Actualmente los expertos exigen atender el problema que aqueja a deportistas de todas las disciplinas y nacionalidades: la depresión postolímpica.
Para entender cómo funciona esta condición, debemos comenzar hablando de lo que atraviesan todos los deportistas, olímpicos o no, al someterse al entrenamiento físico. No es un secreto que la actividad física nos ayuda a nivelar los niveles de estrés. Esto es una respuesta química del cerebro al liberar fuertes cantidades de cortisol.
¿Qué hace el cortisol?
El cortisol ayuda al cuerpo a responder ante problemáticas aparentemente primitivas. Si existía una amenaza, los primeros hombres en la Tierra tenían dos opciones, pelear o huir. Así, ante algún depredador o peligro, el cuerpo humano requiere subir los niveles de cortisol. Esta sustancia que ayuda a bombear mayor cantidad de sangre hacia brazos y piernas. De esta forma, el cuerpo puede huir o pelear. Después de correr o enfrentar al depredador, el cuerpo se sabe seguro para bajar los niveles de cortisol y libera sustancias placenteras en el cerebro como recompensa de haber sobrevivido.
Sin embargo, un desbalance en este proceso puede afectar severamente nuestra vida. Para muchas personas que no hacen ejercicio, los niveles de cortisol constantes les provocan estrés crónico. Entonces, ¿qué sucede cuando un atleta de alto rendimiento se enfrenta al cambio entre los altos niveles de cortisol en las olimpiadas y el bajo nivel de cortisol a la finalización de éstas?
Independientemente del desempeño que tienen los atletas, multipremiados o no, todos están propensos a sufrir una llegada a casa desbalanceada por el cóctel químico experimentado. Alguno de los casos más trágicos es el de Jesús Rollán, portero de waterpolo. Este deportista atravesó una depresión después de participar en los juegos olímpicos de Atenas en el 2004 que lo llevó al suicidio. Otros atletas, como la gimnasta Shawn Johnson, el nadador Michael Phelps y Suzy Favor Hamilton también sufrieron de este efecto depresivo.
Esta problemática ha alertado a las autoridades de los juegos olímpicos, que han reforzado la importancia de contar con psicólogos especializados en el deporte. Para muchos, encontrar ayuda a tiempo hace la diferencia entre la vida y la muerte.
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