
El 25 de agosto del pandémico 2020, un burofax puso al mundo futbolístico de cabeza: Lionel Messi abandonaba al Barcelona. Días antes, el club catalán había sufrido una de sus peores vejaciones de la historia, luego de que el Bayern Munich los humillara con un obsceno 8-2, eliminándolo en los cuartos de final de la Champions League.
Los ánimos en la Masía estaban, digámoslo así, volando bajo, y se fueron en picada cuando los abogados del astro argentino redactaron el tan famoso burofax con el que dieron a conocer las intenciones de la superestrella.
El documento apelaba a la cláusula liberatoria que consta en el contrato del jugador, mediante la cual Messi tiene derecho de dejar el plantel cada final de temporada. Los directivos blaugranas, sin embargo, replicaron que dicha cláusula había expirado el 10 de junio de este año, fecha en que terminaba la temporada.
Esto era una verdad a medias, ya que, por las condiciones extraordinarias a causa de la pandemia por el coronavirus, el ciclo futbolístico se extendió por varias semanas más. El presidente del club fue tajante: Messi estaba obligado a quedarse en el equipo, por mínimo, hasta el 30 de junio de 2021, a menos que algún club pagase los 700 millones de euros que pedían por él.
Luego de algunos dimes y diretes a través de la prensa, y de amagar con una posible demanda entre ambas partes, finalmente Lionel dio una entrevista en la que declaró, en short y sandalias, que jamás iría a los tribunales en contra del club que le había dado todo y al que le había dado todo. Una vez más, Messi reculaba de una decisión que había tomado en caliente, más emocional y poco ponderada.
Y no era la primera vez que eso pasaba.
En 2016, luego de perder en penales la final de la Copa América Centenario ante Chile, escapándosele una vez más la oportunidad de levantar un título, el que fuese con la Albiceleste, Messi atendió una entrevista al acabar el partido y dio esta declaración: “Ya está. Se terminó para mí la Selección. Son cuatro finales, no es para mí. Lamentablemente lo busqué, era lo que más deseaba. No se me dio. Creo que ya está”.
El que lo hizo recapacitar, y de una manera por demás curiosa, fue Edgardo Bauza, el entonces entrenador de la selección argentina. Bauza viajó hasta Barcelona para charlar con Messi y Mascherano, el capitán blaugrana y pilar de la defensa argentina. Los tres hablaron de fútbol durante un par de horas, sin sacar a relucir el tema de la renuncia de “La Pulga”.
Al final de la conversación, Bauza les dijo: “Uf, qué tarde que se hizo, se tienen que ir”. Luego agregó: “Mañana presento la lista y ustedes dos están convocados”. Messi comenzó a reírse, miró a Mascherano le preguntó que qué hacía, a lo que el entrenador intervino para contestarle: “No digas nada, no tenés que decir nada, yo te convoco y listo”.
De esta manera, con dos renuncias inconclusas, todo parece indicar que la vencida llegará pronto. El verano próximo, el considerado mejor futbolista de la historia dejará al club de sus amores para emprender, supuestamente, una última aventura en Inglaterra, donde lo espera su gran amigo y mentor Pep Guardiola.
A no ser, claro, que se arrepienta de último minuto y entonces sus rivales le canten, con gozo y no con poca sorna, aquella de José Alfredo que dice: “Porque estás que te vas, que te vas, que te vas, y no te has ido”.
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