“Yo iba a debutar con el primer equipo, pero me lastimé la rodilla”, además de ser máxima entre los taxistas del México, es una frase tan veraz como frecuente.
Cualquier deportista de alto rendimiento (y ni tan alto) busca, a toda costa, alejarse de las lesiones como si de la peste se tratara. Las sesiones de entrenamientos tienen por objetivo, entre otras cosas, fortificar cada una de las porciones del cuerpo para alcanzar su estado más óptimo y así poder hacerle frente a un eventual infortunio.
Músculos tonificados y fuertes, tendones elásticos, ligamentos resistentes. Una vez logrado eso, no hay mucho más que hacer. El riesgo siempre estará latente y nadie está por completo a salvo. Si se es creyente, pedirle a su Dios que los proteja y, si no, resignarse y esperar a que pase lo que tenga que pasar.
Mal que bien, en la mayoría de las veces los deportistas suelen librar las lesiones y continuar con su carrera deportiva. Sin embargo, existen otros tantos en los cuales una lesión (o dos, o tres) fue tan determinante como para desviar o hasta truncar el futuro del atleta.
Recordemos, por ejemplo, el caso de Djibril Cissé. De origen marfileño, el delantero francés estaba llamado a ser un referente del futbol galo. Con veinte años llegó a ser el mejor goleador de la Ligue 1, marcando 70 goles en 128 partidos. Sin embargo, cuando se encontraba en el mejor momento de su carrera, sucedió el acabose.
El 30 de octubre del 2004, jugando para el Liverpool inglés y mientras disputaba un balón con Jay McEvely, sufrió una fractura de tibia y peroné de la pierna izquierda. Fue llevado directamente al hospital y se perdió el resto de la temporada. Eso no fue todo.
Menos de dos años después, el 7 de junio del 2006, en un partido preparativo previo al arranque del mundial de Alemania 2006, Cissé volvió a romperse ambos huesos pero esta vez de la pierna derecha, en una jugada por demás inofensiva, mientras corría por la banda derecha. Una vez más, el partido lo terminó en quirófano.
Luego de una larga recuperación, Cissé jamás retomó su nivel, y anduvo deambulando por equipos de media tabla como el Sunderland inglés, el Panathinaikos griego, el Queens Park Rangers y hasta el JS Saint-Pierre, equipo con el que solo disputó 10 minutos antes de lesionarse y así, definitivamente, ponerle fin a su carrera.
Por su parte, Grant Hill, el otrora ex estrella de los Pistones de Detroit, es otro ejemplo de los atletas cuya carrera está ligada a la palabra lesión. Elegido en el Draft de la NBA de 1994, en su primera temporada promedio 19.9 puntos, 5 asistencias y 6.5 rebotes, por lo que fue nombrado Rookie del año. En las siguientes dos campañas desbordó todo su talento en las duelas, alcanzando hasta una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.
Al final de la 1999-2000, precisamente el 15 de abril de 2000, lo que parecía ser una simple torcedura de tobillo frente a los 76 de Filadelfia terminó siendo diagnosticado como un hematoma óseo. Hill declaró después que ya venía arrastrando dolores desde mitad de la temporada, si bien fue hasta ese encuentro cuando se resintió y abandonó la cancha. Entonces comenzó el calvario.
Camino de convertirse en uno de los mejores jugadores del baloncesto profesional —en su momento se le consideró el sucesor natural de Michael Jordan—, una ristra de lesiones mal atendidas fueron los grilletes que nunca le permitieron llegar a lo más alto.
Espectaculares como las de Cissé, o crónicas como las de Hill, las lesiones resultan siempre tan inesperadas como indeseables para cualquiera que realice una actividad deportiva, cuantimás para el que, literalmente, vive de y para ella.
¿Cómo habría terminado la meteórica carrera de Derrick Rose si no se hubiera desgarrado los ligamentos cruzados anteriores de su rodilla izquierda? ¿Qué hubiera sido de Sebastian Deisler, considerado como la máxima promesa del fútbol alemán, si no se hubiese lesionado la rodilla que, luego de cinco operaciones, lo obligara a retirarse a los 27 años? ¿Estaríamos hablando de Marco van Basten como uno de los mejores futbolistas de la historia si no se hubiese lesionado del tobillo? Nunca nadie lo sabrá.
Deja una respuesta