En todas las participaciones de México en los Juegos Olímpicos (22 veces, para que el lector no tenga que googlearlo), nuestro país ha cosechado la nada erótica cantidad de 69 medallas, de las cuales 32 han sido de bronce, 24 de plata y 13 de oro.
Este acumulado nos coloca en el puesto número 41 del ranking de países con más preseas olímpicas, en el cual los Estados Unidos, Rusia y el Reino Unido ocupan el primero, segundo y tercer lugar respectivamente. Los británicos suman 847 medallas y los rusos 1,010, mientras que los norteamericanos presumen la imponente cifra de 2520 metales.
En otro artículo —uno, sin duda, mucho más extenso— podríamos enumerar y analizar las múltiples razones por las que un país con más de 130 millones de habitantes genera tan pocos talentos deportivos, comenzando, seguramente, por señalar la falta de recursos, el nulo apoyo al deporte, la corrupción de los comités y las instituciones deportivas, y hasta la posible mentalidad derrotista del atleta mexicano.
Sin embargo, en este ocasión recordaremos a los cinco compatriotas que, superando las adversidades, han sacado la casta por México para adjudicarse uno de los mayores logros con los que puede soñar cualquier deportista profesional: el oro olímpico.
5. María del Rosario Espinoza, Taekwondo: Luego de clasificar en tercer lugar para los JJOO de Pekin 2008, la de Guasave, Sinaloa, dio una gran pelea en la final de los 67 kilogramos frente a la noruega Nina Solheim. Además de María, el taekwondista Guillermo Pérez Sandoval se llevó otro oro en la categoría de los 58 kilos, confirmando la calidad y el buen momento que atravesaba la escuela mexicana de taekwondo, la cual ya venía dando resultados desde los juegos de Sídney 2000.
4. Raúl González Rodríguez, Marcha: En los juegos de Los Ángeles 1984, al marchista mexicano no le bastó con adjudicarse la medalla de plata en la marcha los 20 kilómetros detrás de su compatriota Ernesto Canto, sino que, sacando fuerzas de flaqueza, compitió en la de 50 kilómetros, su prueba favorita, y se llevó la presea dorada. De paso, estableció un record olímpico deteniendo el reloj en 3h:47:26, si bien sería roto, primero por el ruso Viacheslav Ivanenko, cuatro años después.
3. Joaquín Capilla, Clavados: Si a las olimpiadas de Melbourne 1956 hubiesen mandado únicamente a Joaquín Capilla, la cosecha medallera nacional habría sido la misma, ya que fue él y solo él quien le dio a nuestro país sus únicos dos metales: una medalla de bronce en el trampolín, y una de oro en la plataforma. Capilla, además, es el máximo medallista mexicano en Juegos Olímpicos de todos los tiempos, con cuatro preseas en total, y se le considera el padre de la escuela de clavados en México.
2. Soraya Jiménez, Halterofilia: Probablemente ninguna otra celebración de un deportista connacional haya sido tan emotiva como la de Soraya. El 18 de septiembre del ya lejano año 2000, la de Naucalpan hizo historia cuando, en su último levantamiento, levantó la barra sobre su cabeza, trastabilló un poco antes de quedarse quieta y ganar, de esta manera, la medalla de oro, tras acumular un total de 222.5 kg. En cuanto soltó las pesas, Soraya pegó varios saltos de alegría y corrió a abrazarse con su entrenador. Se había convertido en la primera mujer mexicana en conquistar un metal dorado.
1. Equipo varonil Sub-23, fútbol: Para los juegos de Londres 2012, el director técnico Luis Fernando Tena dio a conocer una lista de futbolistas menores de 23 años entre los que destacaban Diego Reyes, Giovani dos Santos, Raúl Jiménez y Héctor Herrera, reforzados, además, por tres jugadores de experiencia: José de Jesús Corona, Carlos Salcido y el goleador Oribe Peralta. Este último metió los dos goles para sellar la victoria en la final soñada por cualquier guionista: contra Brasil, en el estadio de Wembley. El 11 de agosto de 2012 quedará grabado en la memoria de millones de fanáticos, luego de que “el Tri” olímpico consiguiera el mayor logro en la historia del futbol mexicano.
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