A finales de los noventa, la MLB ardía debido a los bates de dos gigantes: Mark McGuire y Sammy Sosa. La temporada de 1998, en específico, fue la mejor en la carrera del histórico jardinero derecho de los Cachorros de Chicago, no solo porque, semana a semana, los medios deportivos del mundo entero le seguían de cerca en la batalla de jonrones, sino porque durante ella el dominicano acumuló sus números más altos, con un promedio de bateo de 0.308, 66 cuadrangulares y 158 remolcadas.
Sammy jugó siete temporadas más para los Cachorros, y luego tuvo un breve paso por los Orioles de Baltimore y los Rangers de Texas, antes de retirarse definitivamente de la Major League Baseball en 2009. Con este último equipo Sammy bateó su jonrón número 600, siendo el quinto jugador de todos los tiempos en alcanzar dicha hazaña.
Ya en el retiro, el dominicano se dedicó a vivir una vida llena lujos, tan distante de aquellos primeros años en San Pedro de Macorís, donde un jovencísimo Samuel Kelvin Sosa golpeaba pelotas de tenis con un madero sin saber que estaba llamado a convertirse en el extranjero con más jonrones en la historia de las Grandes Ligas.
En la década pasada, sin embargo, lejos de destacar por sus inversiones en múltiples negocios relacionados a los bienes inmuebles, las bebidas y hasta la industria petrolera, Sammy se ha visto bajo los reflectores por un asunto mucho más superficial: su inequívoco y polémico aclaramiento de la piel.
Año con año, las fotografías del dominicano en redes sociales parecían usar un filtro cada vez más níveo, al punto que se hiciera viral una imagen con retratos suyos que se asemejaba a un catálogo de Pantone.
Con relación a este tema, las declaraciones de expelotero han sido tan pocas como tajantes. Ante el evidente blanqueamiento de su piel, Sosa dijo en 2009 que usaba una crema de noche que le aclaraba un poco la cara. “Tal vez puede causar algo de controversia, hasta yo estoy un poco sorprendido”, dijo en aquella ocasión, sin más.
Cada que se lo encontraban en la calle, los reporteros le preguntaban sobre su dermis y él simplemente negaba con la cabeza y sonreía, incómodo. Su excentricismo se acentuaba cuando aparecía en alguna fiesta con pupilentes verdes o azules, otorgándole una apariencia vampiresca en su cada vez más pálida piel.
Harto del agobio de la prensa, hace unos cuantos meses volvió a hablar del tema en la revista Sports Illustrated, y de una forma un tanto agresiva dejó en claro que le tiene sin cuidado la opinión de la gente.
“Miren lo que soy hoy. Esta es mi vida y no tomo basura de nadie. Hago lo que quiero”, dijo en aquella ocasión, sin que nadie se lo pueda negar. Muestra de ello fue una publicación en Instagram, en la que aparece vestido como «El Fantasma de la Ópera» en una fiesta de disfraces, guarnecido con una máscara apenas tan blanca como la parte del rostro que deja ver.
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