Los de mi época, los que nacimos en los 80, no me dejarán mentir. Y es que la oferta de entretenimiento parecía más atractiva de lo que es ahora, aunque la tecnología y las plataformas de streaming ofrezcan una programación desechable, salvo sus muy pocas excepciones. En cuanto a los deportes, sea fútbol, básquetbol o cualquier otro, sin duda se ha contaminado de un virus llamado “farandulismo”, o como ahora dicen mis tíos sesentones: “ahora puro farol tatuado y con sus cortes de cabello igual a todos, ¿qué es eso?”.
Y quizá tengan razón, porque yo recuerdo que desde el jueves por la tarde, cuando mi padre llegaba del trabajo y yo apenas había terminado de hacer las repetitivas tareas de mi libro de español de la secundaria, nuestro ritual consistía en que iba a la tienda por su cerveza que costaba once pesos y yo me compraba un “Paupau” congelado y unas “lagrimitas con cueritos”.
Era 1993 y el canal 7 lograba superar el rating de la televisora de San Ángel porque la inconfundible y mítica pareja de Enrique Garay y Pepe Espinoza, crearon para siempre en la memoria colectiva la figura del mejor atleta de todos los tiempos, y sí, estoy hablando de “su majestad”, Michael Jordan.
En aquella final disputada entre los Chicago Bulls y los Soles de Phoenix de Charles Barkley, mucho tiempo después me di cuenta que había experimentado uno de los mejores momentos contemplando el arte que Jordan desplegaba sobre la duela.
Me di cuenta también que revolucionó el sentido de la competencia entre sus colegas de profesión y supe que no solamente era el mejor atleta que había visto en mi vida; Jordan se convirtió para mi generación en un ícono multifacético que lo tenía todo: personalidad, algo de misticismo, todo un empresario, el “air man” y un “fashonista”.
Parece ser que el tiempo de Jordan ha regresado. Lo vemos en el número 23 que porta en la espalda un sobrevalorado Lebron James, lo vimos en la casi y muy respetada copia del tristemente fallecido Cobe Bryant. Sea por los tenis pirata que distinguen a los reguetoneros, por el polémico documental de Netflix “The Last Dance”, “su majestad” pasará a la historia como el mejor atleta de todos los tiempos.
Mauricio Hernández
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